Así contamos en directo la tarde de Morante, El Juli y Ortega, con toros de Garcigrande en Vistalegre

Pero cuando Morante , de sangre de toro y azabache con pedrería azul (el mismo de Córdoba), se abre de capote, con verónicas de torería superior, ya solo se habla de toros. Delirio se llama el nada guapo primero, con cuello, número 91, de 556 kilos. Un mal rato pasó Lili en banderillas y es Sánchez Araujo el que deja los palos. El descastado toro, de menos cara que los vistos en la feria, se desploma en el segundo muletazo. Y otra más. Muy templadito y a media altura, lo sostiene en una tanda de enfermería. Pierde el trapo luego. El toro no vale nada. Tres pinchazos y estocada corta. Silencio.

Emperador se llama el segundo, número 103, más bonito que su hermano, con cuello y sin parar de moverse desde la salida, aunque sin sobrarle las fuerzas. Echa las manos por delante en el capote. Apenas lo pica El Juli, de nazareno y oro, que comienza a media altura; en el de pecho pierde las manos. Lo sostiene después entre la división por la condición del toro, con calidad pero sin fortaleza. Aquello no dice nada. Estocada. Silencio.

El tercero, Impulsivo, se cruzó de salida y parecía reparado de la vista. Cosas feas hizo. Fenomenal Andrés Revuelta en banderillas. Y torerísimo andándole al toro Juan Ortega , de verde esmeralda y oro. Qué nombre y qué apellido. Y qué sabor. Como el de los derechazos a cámara lenta. Hubo uno que paró el tiempo. Maravilló la siguiente serie, con muletazos que eran caricias. Y el doblón por bajo, de otro tiempo. También al natural le hizo cosas exquisitas. Rugía Vistalegre. Y el toro, con ese trato de dulce, mejoró en su manos. Todo tan natural, tan acompasado. Carteles de toros por bajo. Lástima que pinchara tras esas esmeraldas, esas piedras preciosas de su toreo. Dos pinchazos y estocada. Gran ovación y vuelta al ruedo de peso por esa toreo añejo, con aroma de tanta verdad.

Aparatoso, colorado chorreado, es el cuarto. Resplandeció una media de Morante, que vio en la muleta cómo el toro se revolvía y le ponía el pitón en el pecho. Sin clase alguna el animal, le quitó las moscas y a por la espada. Algunos se mosquearon, pero ¿para qué alargar con semejante porquería? Lo cazó con habilidad y el manso huyó a la puerta de arrastre. Pitos.

Sale el quinto, Tabernero, número 147. Hermoso y profundo el principio rodilla en tierra de El Juli , con un toro de mucho mejor juego que sus anteriores hermanos. Noble, humillador, con clase y movilidad, lo ligó a derechas, aunque el toro se pegó un volatín. Hubo dos naturales muy buenos. Lo oxigenó y le bajó la mano. Caló una tanda de tres y el de pecho, con Julián sonriente. En una diestra del epílogo, el toro metía la cara con una calidad tremenda. Había transmisión en la arena. Antes de cuadrar, un ¡viva el Atleti! Y los pitos de los madridistas. Enterró un espadazo, algo trasero y desprendido. Dos orejas y ovación para el toro en ese arrastre lento a la mexicana.

Bucanero es el sexto, número 106, de 545 kilos. Ayudados por bajo de Juan Ortega en medio de un bullicio horrible de ¡vivas! a destiempo. Hasta el torero miró al tendido pidiendo silencio. Desgranó algunos muletazos bellísimos, con el pulso y el ritmo exactos al toro. De almíbar las secuencias. Otra delicia. Y con valor. Un trincherazo, un guiño gallista y un molinete torerísimo. Oreja. Y el recuerdo de un toreo inolvidable, puro sentimiento y sensibilidad.