Hazte premium Hazte premium

Faenas largas, avisos y estocadas caídas en el cierre de Nimes

Sebastián Castella corta la única oreja en su mano a mano con Miguel Ángel Perera

Andrés Amorós

Concluye la Feria de la Vendimia con buena entrada pero pobre resultado artístico: los toros de Jandilla flojean y dan poco juego. A todos se les ha picado muy poco pero han perdido las manos. La corrida dura dos horas cuarenta minutos: demasiado. Suenan cinco avisos. Se suceden los bajonazos y los fallos con el descabello. Sólo en el quinto, los paisanos obsequian a Castella con una oreja, a pesar de la estocada caída.

Aplaudo a Simón Casas por haber mantenido esta Feria: ¡lástima grande que no pueda hacerlo con la Feria de Otoño madrileña! Este coliseo romano de la época de Augusto (año 27 antes de Cristo) alberga festejos taurinos desde hace más de siglo y medio.

Para que exista un verdadero mano a mano, no basta con anunciar sólo a dos toreros: hace falta que exista rivalidad y variedad de estilos. Esta tarde, no ha habido competencia en quites y los dos diestros siguen una línea semejante: faenas largas, toreo vertical, estático, con muletazos cambiados... Si los toros no aportan alegría con sus embestidas, la monotonía es inevitable. Ya lo avisó Cervantes: «Dicen que la variedad / es madre de la hermosura».

Castella es, lógicamente, un ídolo, en Francia. El primer toro sale muy suelto, a toriles. Este «Persuasivo» no convence a nadie. Sebastián muestra su oficio en un trasteo profesional, sin más. Sólo destacan unos naturales suaves. Mata caído y falla con el descabello (aviso).

El tercero, quizá con problemas en la vista, obedece a los engaños pero flojea demasiado. Castella aguanta, firme y sereno. Al final, el bondadoso toro permite un arrimón, que el público valora, pero mata desprendido y falla con el descabello (aviso).

El quinto también flojea pero repite, con cierta alegría. Pica bien Melgar, quita el sobresaliente Jeremy Banty y saluda Chacón, en banderillas. El trasteo, iniciado con el habitual muletazo cambiado por la espalda, es rápido y afanoso. Aunque mata caído, el bondadoso público pide la oreja, que se concede.

Perera se rompió una costilla hace muy pocos días. Con ese dolor y esa limitación, enfrentarse a un toro de 500 kilos es un gesto que merece todo mi aplauso. El segundo toro, «Iralimpio», va poco, ni limpio ni sucio: tardea, escarba, no se entrega, es brusco. Quita Perera por tafalleras. Saluda Juan Sierra, en banderillas. Brinda al cielo: al ganadero Borja Domecq, supongo. Se muestra firme y poderoso en muletazos de trazo largo y mano baja pero el toro se derrumba. Cae también la faena por empeñarse en torear por la izquierda, el lado peor. Se le va la mano, en la estocada.

Aunque Óscar Bernal mide mucho el castigo, el cuarto también se derrumba. Después de dos muletazos cambiados de rodillas, le da mucha distancia y el toro acude: logra buenos naturales, mandones, pero sufre un desarme. Acaba haciendo la estatua. Suena un aviso antes de entrar a matar y, luego, otro.

El sexto también flojea y protesta mucho: embiste como lo que es, un «Gañán». Aguanta bien Curro Javier, en banderillas. Perera le saca naturales con más mérito que brillo; se muestra muy firme y concluye con el habitual arrimón: otro aviso y final.

Lo mejor de la Feria es que, dos días seguidos, hayamos vivido la emoción del toro bravo con «Descreído», de Victoriano del Río, y «Gracioso», de Domingo Hernández. El público, bien, por la atención que presta a la suerte de varas; mal, por aplaudir más lo de menos valor: igual que en España...

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación