Histeria en el súper: una mujer acapara los 24 geles desinfectantes de manos

«Hemos pillado a una señora que viene todos los días y se lleva todos los de la estantería. Hoy no es el primer día que lo hace. Llevamos observándola toda la semana. Coge todos los que hay», comenta un cajero. A partir de ahora quedará «requisado» tal número de geles. «Visto lo visto, se ha tomado la decisión de un máximo de dos por persona» , explican en un céntrico súper de Madrid.

Algunos clientes preguntan si repondrán tal mercancía. «Hasta mañana nada, pero hay de todo, hay demasiada alarma, como una psicosis». El reloj aún no ha rozado las diez y el producto estrella ya se ha agotado. Como cada mañana, la misma mujer ha arramplado con todos los botes. «Esto es un despropósito» , dice un señor mientras recorre la larga cola, con decenas de personas en cada caja. «Pero ¿qué pasa, que esa señora los revende luego?», se pregunta otro.

Los empleados de Mercadona sonríen a los clientes, les piden que usen guantes para coger la fruta y las hortalizas. Muchos los mantienen en sus manos para adquirir toda la compra. Precisamente los guantes son otro de los productos más demandados. De látex no queda ni una caja a la media hora de la apertura. De nitrilo queda alguno más de la talla S. La mediana vuela más rápido. Como vuela el papel higiénico . La clientela se agolpa en las escaleras mecánicas para bajar a la planta en la que las estanterías lucen ordenadísimas y repletas de rollos. Pero en cuestión de minutos vuela casi la mitad. «La gente compra compulsivamente el papel higiénico», murmura un joven. «Vamos a comprar otro paquete», dice su compañero de piso al ver cómo la gente llena los carros con este producto de higiene íntima. Aquí también se aplica eso de «quien tiene papel higiénico tiene un tesoro».

Una chica de unos veinte años observa atónita cada movimiento. « ¿La gente trafica con papel y gel? Parece el nuevo contrabando». Un trabajador pide «por favor» que la gente no haga fotos. Pero la gente se hace hasta selfies. Asisten atónitos al nuevo espectáculo de hacer la compra. Parece por momentos una carrera de obstáculos, con los carros a rebosar en los pasillos mientras la gente se precipita para llenar la bolsa. «No toquen las frutas sin guantes, por favor», insisten. Un niño de unos tres años suelta su patinete y toca los plátanos. Su madre le regaña: «Federico, no toques». La gente de la cola se ríe con la travesura.

Todos los trabajadores derrochan amabilidad, aunque saben que les espera un largo día y la eterna pregunta:«¿cuándo traen el gel?» «Aquí se repone todos los días, tenemos de todo», tranquiliza.

Pero la psicosis se ha extendido. La gente se desea hasta suerte.