Graves cornadas a Pablo Aguado y Juan José Domínguez en Vistalegre

Asiste la Infanta Doña Elena, junto a Isabel Díaz Ayuso, vitoreada. También está García-Page: la Fiesta es de todos. Se lidian reses de tres ganaderías: dos de Jandilla (1º y 2º), de poco juego; dos de Garcigrande (3º y 4º), nobles, y dos de Núñez del Cuvillo (5º y 6º), apagados.

Después de su larga lesión, ha vuelto a los ruedos Roca Rey como se fue: arrollando. El primero, de Vegahermosa, mansea de salida, escarba y flaquea: decepción general.Aguado muestra más voluntad que cabeza en un intento de verónicas. Replica Roca por impávidas saltilleras . En banderillas, cornea con saña varias veces a Juan José Domínguez. Comienza Roca haciendo el poste en estatuarios... y el toro, muy suelto, lógicamente se va. Impresionan dos muletazos cambiados y los mandones derechazos de mano baja. Ha metido en el canasto a un toro incierto, levanta un clamor al enroscárselo a la cintura: un ejemplo de poderío, cabeza clara y valor estoico. Estocada hasta la mano desprendida: ¡y no le dan la oreja!... A las grandes figuras siempre se les ha exigido. Recibe con suaves capotazos, improvisando, al tercero, de Garcigrande, que empuja en el caballo. Después del cambiado, da cinco muletazos de rodillas en el centro; manda en derechazos de mano muy baja, liga naturales, concluye con bernadinas cambiadas. Al noble toro le ha faltado viveza pero le ha sacado todo, en un largo trasteo, que culmina con otro espadazo: aviso y dos orejas. A mí me ha gustado más en el primero, por dominar a un toro muy deslucido. Lidia al quinto, de Cuvillo, que sale con poca entrega. Quita con el capote a la espalda. Saluda Chacón. Brinda a su «compañero y hermano» Juan José Domínguez. El toro es paradito, insulso, pero Andrés lo lleva cosido a la muleta, con la mano baja y gran firmeza. Ve claro que el toro no da más de sí y concluye con una estocada corta.

En los buenos aficionados ha suscitado gran ilusión Pablo Aguado por enlazar con el toreo sevillano clásico: naturalidad, buen gusto, sentido de la medida. Si quiere triunfar de verdad, no debe conformarse con detalles estéticos, ha de redondear las faenas. También es muy suelto y flaquea de salida el segundo, de Jandilla. Le devuelve Roca lo del toro anterior, al quitar por ceñidas chicuelinas. Y replica Aguado por el mismo palo, con garbo sevillano pero menos quietud. Brinda en la puerta de la enfermería , un bello gesto: le saca algunos templados derechazos pero el toro prueba, tiene poca raza y acaba rajado a tablas. Mata mal, sin estrecharse: dos avisos. En el noble quinto, de Garcigrande, se luce en verónicas muy lentas, algo movidas, que entusiasman. Saluda Diego Ramón Jiménez. Comienza por bajo con torería pero el toro protesta, surgen enganchones y la faena no cuaja. Esta vez mata bien. En el sexto, de Cuvillo, traza muletazos con naturalidad y buen gusto pero el toro se apaga y la faena no se redondea. Se vuelca al matar y es herido: un amargo final.

Decía Corrochano que Luis Miguel y Ordóñez estaban totalmente de acuerdo, como Carlos V y Francisco I: los dos querían París; es decir, mandar en el toreo. ¿Sucede lo mismo con Roca Rey y Aguado? De momento, el sevillano tiene más calidad pero el peruano le saca clara ventaja, por claridad de ideas, mando, improvisación y, sobre todo, ambición de ser el número uno.