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ABC Cultural

EL VAR DEL TENDIDO

Como el caballo del Espartero

Juan Leal asusta con su valor en una tarde de irreprochable actitud en la que se ganó el respeto de gran parte de la afición

Cornada a Rafael González en el toro de su alternativa

Juan Leal Efe
Rosario Pérez

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Era el día más importante de su vida. Nada había comparable: ni la comunión de la niñez, ni los reyes cuando aún eran magos, ni esa tarta de cumpleaños feliz en la que dentro de dos semanas soplará los 23 años. La fecha grande era ... ayer: Rafael González se doctoraba. Una alternativa en el marco de San Isidro y con un señor toro para la ceremonia. Transmitió Pardillo desde primera hora y mejoró en la lidia por abajo de Chacón. Tras aquel último capotazo, el toricantano se dirigió a las tablas y emprendió el padre de los brindis. Porque al padre fue: «Va por ti, porque eres el hombre que me ha apoyado incondicionalmente. Gracias por ser el hombre que eres y en el que me has convertido». Brotaban sus lágrimas mientras se aferraba a la montera, que voló cuando en el epílogo de su esperanzadora faena, en la cuarta bernadina, el fuenteymbro de Ricardo Gallardo hundió el pitón en sus carnes. La sangre oscura corría desde el muslo hasta el tobillo. La media rosa ya era roja. Ni apoyar la pierna podía. Pero era la tarde en la que se convertía en matador y quiso dar muerte al toro. Misión imposible: Rafael apenas se sostenía. El público pedía la cordura que parecía faltar a los del callejón: «Esa criatura no puede seguir, que vaya a la enfermería». Muy largos se hicieron los minutos que se mantuvo en la arena. Por fin, una camilla humana lo condujo hasta el doctor Padrós, el ángel con bata blanca.

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