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Comienza Bilbao con serios victorinos

Álvaro Lorenzo corta una oreja y Fortes sufre una herida leve

Álvaro Lorenzo, en un pase de pecho Efe

Andrés Amorós

No cabe mejor comienzo –o cierre– para una Feria que los toros de Victorino. Los de esta tarde, serios, en el tipo, han dado juego variado: aplaudidos, tercero y cuarto. Álvaro Lorenzo corta un trofeo y Escribano lo pierde, por la espada.

Junto a San Isidro y la Feria de Abril, las Corridas Generales de Bilbao son las tres cumbres de la temporada. Bilbao significa toro serio, una Feria bien organizada, tradición y categoría. El orgullo que sienten muchos bilbaínos por su tierra supone un muy loable deseo de excelencia. Por eso, aficionados de todo el mundo acuden con respeto a la gran cita taurina del verano.

La crisis económica trajo una bajada de espectadores. Para contrarrestarlo, en un año decisivo –el próximo, habrá nuevo modelo de gestión–, se han puesto en marcha varias iniciativas: con ventajas para jóvenes y jubilados; y lo fundamental, muy buenos carteles, que reúnen, como ha dicho Javier Aresti, a las figuras con las ganaderías de prestigio. Repiten actuación cuatro figuras: Ponce, Juli, Manzanares y Roca Rey. Y se recuerda especialmente a Iván Fandiño.

Manuel Escribano alcanzó su cumbre con el indulto, en Sevilla, de un victorino; en Bilbao, ha hecho algunas de sus mejores faenas. En los dos, acude a portagayola y se luce con los palos. En el primero, que embiste bien pero flaquea. logra buenos naturales, clásicos, de mano baja, deslucidos por las caídas del toro, y mata bien. En el cuarto, carga la suerte en las verónicas; arriesga muchísimo en el par al quiebro, en tablas. El toro vuelve rápido y, en un derrote, lo derriba y pisotea. El trasteo es –como antes se decía– «de torero macho», con mérito, pero falla con la espada.

Repuesto de sus percances, Fortes está avanzando, en su carrera. El segundo, veleto, ovacionado de salida, como varios, lo derriba en los lances de recibo pero no se inmuta. Saluda Raúl Ruiz. Brinda a Chopera, el empresario. Traza buenos muletazos pero al toro, noble, le falta chispa, embiste dormidito. Mata con decisión. Muestra serenidad y valor en el quinto, que se queda corto, lo engancha por detrás, le avisa varias veces. Mata pronto. Pasa a la enfermería.

Debuta aquí Álvaro Lorenzo, formado en la escuela toledana de los Lozano, que ya abrió la Puerta Grande de Las Ventas. En el tercero, que derriba, logra muletazos largos y templados. El toro no llega a «Soberbio» (su nombre) pero sí es muy noble y tiene una muerte de toro bravo: oreja. Ha toreado con buen estilo pero no ha llegado a poner la Plaza boca abajo. El último se le queda debajo, en el recibo. Le pegan fuerte. Magnífico Sergio Aguilar, con los palos. El toro es reservón pero, aguantando mucho, le saca buenos naturales. Me ha gustado mucho en éste, más complicado que el tercero.

En las escaleras que llevan a Vista Alegre, le gastaba yo bromas a Victorino padre. Leo ahora el libro de Javier Molero, que ha editado el querido Club Cocherito, sobre «Un ganadero de leyenda». En ocho ocasiones, un toro suyo fue el más bravo de las Corridas Generales. Me decía, siempre socarrón e inteligente: «Sin el toro, no hay nada». Tenía toda la razón. Por eso no lo olvidamos.

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