Por el botín de la triple puerta grande
Con el desierto de Tabernas como paisaje de fondo y con un tercero que no era ningún actor secundario, se mascaba la rivalidad en el ambiente
ROSARIO PÉREZ
Duelo de los sheriffs del rejoneo en la tierra del western. Pablo Hermoso de Mendoza y Diego Ventura se batían el cobre a caballo en Almería. Con el desierto de Tabernas como paisaje de fondo y con un tercero que no era ningún ... actor secundario (Leonardo Hernández), se mascaba la rivalidad en el ambiente. No se rodaba «El bueno, el feo y el malo», pero «Por un puñado de dólares (y orejas)» salieron a no dejarse ganar la pelea a lo Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef. Esta vez el botín de la puerta grande fue para los tres.
Los «pistoleros» se disputaban algo más que el cetro de Almería con «indios» del hierro de Ángel Sánchez y Sánchez, propicios para el triunfo. El primer éxito grande lo cosechó Hermoso de Mendoza con «Zapatero», al que logró meter en vereda y templar de modo soberbio a lomos de «Saramago» , mientras el gentío daba cuenta de las últimas viandas de la merienda y apenas advertía los méritos de su sabia lidia. Pero salió «Manolete», que se arrima como el «Monstruo», y los ojos de los tendidos se imantaron a la escena. Las piruetas con «Dalí» desataron el furor. De pronto el toro pareció morirse en vida y se presintió el desastre desértico. Error: el par a dos manos y el rejonazo final desembocaron en la pañolada y el doble premio. Su fallo con el acero le privó del galardón ante el estupendo primero, que desarrolló pies de atleta y al que Pablo de Navarra, desacertado en la colocación de algunos palos, templó con valiente maestría.
Curiosamente, Ventura también desorejó a otro ejemplar bautizado como «Zapatero». Espoleado por la gloria del estellés, sacó toda su artillería pesada con «Wellington», los bocados de «Morante» y las rosas a lomos de «Califa» en una clamorosa actuación. De colofón, tocó al toro con un sombrero en todo lo alto. Explosión total con un Diego en estado puro. Otra oreja había cortado al segundo tras una revolucionaria faena.
No quería marcharse a pie Leonardo Hernández, que puso todas las monturas en el asador con el sexto, al que arrancó dos orejas tras una entregada labor. Feliz «the end» de feria con los tres caballeros en hombros.
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