Lujosa faena de Iván Vicente al rico «Pordiosero» en Las Ventas
Corta una oreja y pierde la Puerta Grande con la espada; Rubén Pinar también pincha un trofeo
rosario pérez
Nunca es tarde para volver a empezar, aunque no era un regreso como tal, porque Iván Vicente nunca se rindió. Valió la pena la espera de seis años sin pisar Las Ventas, que disfrutó y se volcó con el madrileño. Suya fue la tarde ... desde las verónicas, de finas maneras, a «Pordiosero» , que así se llamaba el excelente ejemplar del conjunto parcheado de Gavira , con algún torete impresentable. Torero el prólogo de Vicente, genuflexo y a dos manos. La muleta planchada a derechas, clásico el concepto. Muy ceñido en la siguiente, con un cambio de mano para paladares exquisitos. Un lujo en pleno agosto venteño: ardía la piedra y ardían las palmas de los cinco mil que se citaron. Humillaba con nobleza y fijeza también a izquierdas, por donde brotaron naturales con encanto y un pase de pecho de aquí a la eternidad. La trincherilla resplandeció como esa luz con la que, según la pequeña Paola , brilla la estrella de Mateo , el abuelo que nos aficionó a esta pasión, bendita ayer en las yemas de Iván Vicente. Otra más para cuadrarlo, con el desdén de remate y la rúbrica de un espadazo. Oreja para el matador y ovación para un «Pordiosero» de ricas embestidas y mucha clase.
La Monumental empujaba para auparlo por la Puerta Grande cuando asomó el cuarto, un vulgar remiendo de Carriquiri . El torero puso la firmeza y la calidad, especialmente en preciosos naturales, que no podían tener la largura y la profundidad deseadas por la condición del colorado. Terminó metido entre los pitones con el reconocimiento de la plaza, pero Vicente pinchó y se evaporó la salida a hombros. Merece sitio.
¡Cómo era el pitón zurdo!
Como lo merece Rubén Pinar , que logró imantar al vareado y huido segundo. Iba y venía con estupendo son, y el albaceteño, con la muleta presta y dispuesta, enjaretó templados derechazos. Creció la faena en la reunión al natural , con la tela a rastras. Emocionante el viaje de ambos: ¡cómo era el lado zurdo de «Sereno»! Con aplomo, jugueteó del derecho y del revés hasta marcarse unas luquinas, en las que resultó prendido de tan abandonado que estaba. No le importó: se agigantó en las bernadinas y el desplante. El acero le robó una oreja de ley . Mostró su oficio y madurez con el quinto, una mole de 605 kilos con el hierro de Carriquiri, con cortedad y complicaciones, que solo valía para carne.
David Galván se entregó con asiento y frío valor frente al manso tercero, de aspereza geniuda, con el que alargó en exceso. Imposible brillar con el terciado y flojo sexto, que para colmo se partió un pitón...
La mejor obra se había escrito en el primer capítulo. Iván Vicente volvía a la luz, pero no fue su resurrección: los buenos nunca mueren .
Lujosa faena de Iván Vicente al rico «Pordiosero» en Las Ventas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete