Así es el tipo de laboratorio que precisa el galeón San José
El especialista de Arqva Juan Luis Sierra explica cómo se deben conservar los materiales extraídos de un naufragio
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Iniciar sesiónA solo dos meses (o menos) de la primera extracción de «algunas piezas» del galeón San José, el laboratorio que tantas veces ha insistido el ministro de las Culturas colombiano que «ya está hecho en la sede de la Armada» para tratar los materiales que ... se saquen del lecho marino aún se encuentra «dispuesto para su dotación», según admitió el propio Juan David Correa el 1 de febrero.
El departamento que dirige Correa publicó en la red social X el pasado enero una imagen del centro de la Dirección General Marítima (Dimar), «que contiene el laboratorio de conservación donde llegarán las piezas del galeón San José», dando a entender que se trataba de esa sala con dos mesas, aún sin estrenar. Se desconoce si el laboratorio consta de más instalaciones, cuándo se prevé dotarlo o con qué medios. Tal vez se revelen más datos en el simposio 'Perspectivas y Desafíos del Proyecto de Investigación en el BIC Galeón de San José’ organizado por el Ministerio de las Culturas de Colombia este jueves y viernes en Cartagena de Indias, aunque los expertos más críticos se temen que tan solo sea un gesto diplomático para avalar decisiones ya tomadas.
Este es el centro de investigaciones de la Dirección General Marítima que contiene el laboratorio de conservación donde llegarán las piezas del #GaleónSanJosé @Dimarcolombia @ArmadaColombia pic.twitter.com/FABdgt0BoC
— MinCultura Colombia (@mincultura) January 26, 2024
ABC ha preguntado a Juan Luis Sierra, químico del Laboratorio de Conservación-Restauración del Museo Nacional de Arqueología Subacuática (ARQVA) por cómo debe estar equipado un laboratorio para acoger piezas rescatadas de un naufragio, sea cual sea éste. Con motivo del traslado a la nueva sede en Cartagena, Sierra explica que el nuevo museo «partió de cero en el diseño y construcción de su laboratorio específico de conservación, Arquatec». De ahí que su experiencia sea ilustrativa.
«Conocedores de la gran heterogeneidad de los materiales recuperados por su variada naturaleza, por la diversidad de tamaños y por el gran número de objetos que se suelen recuperar en cada intervención, se seleccionó un espacio amplio y diáfano donde se instaló una 'zona húmeda' con suficientes tanques para el tratamiento de esa gran variedad de objetos», relata el experto.
Sierra aclara que si un artefacto ha persistido tanto tiempo 'enterrado' bajo el agua, es porque esas son las condiciones óptimas para su conservación, pues ha alcanzado un equilibrio estable con el entorno. De ahí que para mantener estables los objetos y minimizar los efectos de la extracción, en general se mantengan «siempre las piezas húmedas y aisladas del aire y protegidas de la luz solar, tal como se encontraban en el yacimiento».
En esta 'zona húmeda' del laboratorio -que dispone de un puente grúa que discurre por todo el espacio, se puede modular y permite trabajar con grandes lotes de piezas o piezas singulares muy pesadas o de grandes dimensiones- se desarrollan «los prolongados trabajos de desalación e impregnación-consolidación, así como los imprescindibles tratamientos de decloruración de grandes piezas de metal como cañones, anclas, etc.», explica el conservador.
Cada pieza precisa de «cuidados específicos», en función de su naturaleza y de su estado de conservación. Sierra detalla que «para conservar los objetos metálicos es preciso frenar los nuevos procesos de oxidación», especialmente los de hierro y los de aleación de cobre: bronce, latón, vellón, etc. «Es preciso llevar al metal a una nueva situación de estabilidad (pasivación o inmunidad), para lo que se suelen utilizar disoluciones alcalinas», dice.
Los objetos de oro, en cambio, «son químicamente estables, por lo que no muestran problemas de conservación al ser recuperados« y tampoco los objetos de plomo, muy frecuentes, presentan gran complejidad en su conservación «pues se pasivan naturalmente». Menor dificultad presentan los materiales cerámicos o líticos, los más estables, aunque «en la mayoría de los casos precisan procesos de desalación, y en muchas ocasiones, tratamientos de consolidación».
En cambio, a diferencia de la arqueología terrestre, Sierra señala además que en el medio subacuático es muy frecuente encontrar objetos de madera, textiles o cueros, de muy diversos tamaños y estos materiales orgánicos «son especialmente sensibles porque se vuelven extremadamente frágiles e inconsistentes». Por eso, al extraerlos, «entre otros cuidados, es fundamental mantenerlos húmedos; y en frigorífico para minimizar el ataque de hongos y bacterias aeróbicas», añade.
Una vez estabilizadas las piezas, los trabajos de restauración se llevan a cabo en una 'zona seca' de Arquatec, que también dispone de almacén frigorífico para maderas y otros materiales sensibles, planta de producción y distribución de agua desionizada, sistema de acometida y drenaje de agua de gran caudal, vitrina y extractores de gases, cámara de ensayos climáticos, red de distribución de aire a presión y vacío, equipamiento de análisis instrumental básico, así como multitud de instrumentos específicos de conservación y restauración.
Pero Sierra subraya que «lo que diferencia realmente a este laboratorio es la instalación de un equipo de liofilización, que permite por sublimación, eliminar cuidadosamente el agua embebida en los materiales orgánicos».
«Imprescindibles» en la extracción
Antes de su llegada al laboratorio, este especialista en conservación y restauración de material arqueológico subacuático resalta que la extracción es «especialmente delicada» por varias causas, entre ellas mecánicas, físico-químicas y biológicas y a menudo se deben confeccionar estructuras rígidas que soporten el objeto para disminuir las tensiones gravitacionales durante la extracción y más tarde, durante su conservación y exhibición.
«Hoy en día es imprescindible la presencia de técnicos de conservación» en este proceso, en el propio yacimiento si la profundidad lo permite, para minimizar el deterioro de los objetos 'in situ', y en el barco, para aplicar unos «primeros auxilios» a los artefactos recuperados.
Aunque los objetos ya se pueden estudiar desde el momento que se recuperan, o incluso en el propio yacimiento, para exponerlos en el museo todos requieren de una «imprescindible» estabilización previa. El tiempo que conlleva esta estabilización es muy variable, pues depende de las características intrínsecas del objeto, pero Sierra remarca que «en general son procesos lentos» que pueden ocupar «pocas semanas o meses» en el caso de los materiales cerámicos levemente degradados, o «decenas de años» si se trata de grandes pecios como el Vasa sueco o el Mary Rose británico, antes de poder enseñarlos al público.
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Y una vez expuestos, deben establecerse unas pautas de conservación para evitar que las patologías se reactiven, como «un enfermo recuperado debe seguir las indicaciones del médico para no recaer», compara el experto. «Los objetos, sobre todo los recuperados del mar, se vuelven inestables», explica Sierra y requieren de condiciones ambientales estables bien definidas. También deben permanecer aislados de gases contaminantes, salitre, polvo o polución. «Son muchos los factores que condicionan la correcta conservación de estos bienes patrimoniales», finaliza.
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SuscribeteRedactora especializada en arqueología y patrimonio. Autora de 'España, la historia imaginada' (Espasa) y coautora, junto con Federico Ayala, de 'La Gaceta olvidada' (Libros.com).
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