Tesoros insólitos entre legajos: desde el colmillo de un príncipe a gelatinas de huesos para alimentar a soldados
El Archivo General de Simancas guarda una importante colección de muestras de tejidos de todo tipo y piezas de uniformes del siglo XVIII
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Iniciar sesiónMás de un siglo antes de que los cubitos de caldo Avecrem llegaran a España en plena Guerra Civil y se popularizaran en esos años de necesidad, un reputado químico francés, profesor del Real Colegio de Artillería de Segovia, presentó a las autoridades su 'Resultado ... de experiencias hechas sobre hallar medios de augmentar la subsistencia del soldado sin sobrecargar el Real Herario'. En este informe enviado el 22 de enero de 1791, Joseph Luis Proust (1754-1826) incluyó 36 muestras de gelatina elaboradas con huesos de vaca, carnero o cerdo. Tal vez las más antiguas pastillas de caldo que se conocen.
Hoy se conservan cosidas con un hilo a ese mismo papel amarillento con el que fueron remitidas. Están perfectamente documentadas en el Archivo General de Simancas (AGS), como lo están los tres granos de cacao enviados desde las aduanas de Ferrol en 1795 o una muestra de tabaco, también del siglo XVIII, que, sin duda, habrá perdido ya todo su aroma. El antiguo castillo vallisoletano que Carlos I y sobre todo su hijo Felipe II impulsaron como cancerbero de sus documentos más preciados guarda éstas y otras curiosidades junto a la ingente documentación producida por la monarquía hispánica desde el siglo XV a principios del XIX.
En la colección de objetos tridimensionales que se custodian en Simancas figuran desde multitud de tejidos a muestras de uniformes o de redes de pesca, balas, monedas y hasta un diente, un colmillo que le fue extraído al príncipe Fernando de Nápoles cuando tenía 11 años y que fue enviado en 1762 a su padre, el rey Carlos III. En la carta remitida por Domenico Cattaneo della Volta, príncipe de San Nicandro y ayo del príncipe, éste le contó al monarca que tuvieron que extraerle el diente al niño porque, debido a su afilada y larga raíz, no se le terminaba de caer. Para que quedara constancia, le remitió el colmillo «allegato allá lettera» («pegado a la carta»).
Sorprende hallar en Simancas hasta una aguja de coser, que se sabe que es anterior al siglo XVIII. «Puede proceder de cierta costumbre existente en la propia administración de sujetar documentos con alfileres o agujas» porque «entonces no existían los clips», aventura Julia Rodríguez de Diego.
El Siglo de las Luces... y las muestras
La directora del AGS destaca entre los objetos de mayor interés las muestras de tejidos de todo tipo que existen en el archivo. Hay más de 400 muestrarios textiles que «son un raro ejemplo de colección», según Francisca Romero. Esta restauradora de bienes culturales estudió con detenimiento estas muestras, todas ellas del siglo XVIII, para su tesis doctoral 'Cuando el sueño de la razón produce lujo' (2017).
«Los muestrarios eran la parte gráfica que documentaba las misivas entre las fábricas y la administración. También era práctica habitual incorporar muestrarios de tejidos y de tintadas en las cartas de presentación de tejedores y tintoreros», comenta Romero, que ha investigado estos fondos para diferenciar las producciones pre-industriales de telas de las que se produjeron a partir de 1807 y para documentar los últimos tejidos enteramente realizados con materiales y productos naturales que se confeccionaron en el siglo XVIII. Además, la colección del AGS le permitió conocer mejor los avances de la época y el funcionamiento de las Reales Fábricas y su relación con la Corona.
Algunas muestras de tejidos proceden de la Dirección General de Rentas, que entre sus cometidos gestionaba las Aduanas. Todos los productos que entraban o salían de los distintos territorios estaban sujetos al pago de aranceles de paso y por cada uno, dependiendo de su valor y calidad, se pagaba un arancel determinado.
«Los aduaneros poseían una relación, con muestrario incluido, que recogía muestras de los distintos tejidos y sus derechos a cobrar, según su calidad», recuerda por su parte Rodríguez de Diego. El impuesto por una muselina no era el mismo que el de un tejido de lana basta. «Esto explica la existencia de múltiples muestrarios de telas», añade la responsable del archivo.
La mayoría de estos muestrarios son de textiles de importación. Las muestras de producción nacional provienen de los fondos de la Secretaría y Superintendencia de Hacienda y se refieren a gastos y circunstancias acontecidas en las Reales Fábricas de Tejidos.
Las fábricas textiles tenían la obligación de presentar ante la corte ejemplos y muestras de los tejidos susceptibles de producir a mayor escala, para confirmar que eran del real agrado de los monarcas. La Corte se convirtió así en el primer filtro para la producción de esa industria textil nacional que los ilustrados quisieron crear al estilo de las existentes en otros países.
«Este es el significado de las relaciones, amplias y muy expresivas, de los muestrarios de textiles», resume la directora del AGS.
Uniformes y utillaje militar
En el archivo abundan además otros tejidos, como un par de medias de algodón, entorchados, galones para sombreros y otras muestras de paños y botones que componían los uniformes de los diversos cuerpos y regimientos militares y que también fueron reorganizados en época ilustrada. Del Batallón de Santo Domingo, por ejemplo, se conserva una muestra del contín blanco con el que se hicieron las casacas a la tropa, o de las piezas con que se confeccionaron chupas y calzones.
Los muestrarios enviados no se limitaban solo al vestuario militar. Las había también de cordajes, lonas, jarcias y otros elementos de uso militar tanto en mar como en tierra. Hasta es posible encontrar ejemplos de las barras de acero para forjar espadas en la Real Fábrica de Toledo, ejemplos de balas de plomo y hasta una almohadilla para detener una bala de fusil.
«Todo está acompañado de expedientes o cartas alusivas a ello que lo contextualizan y explican»
Julia Rodríguez de Diego
Directora del Archivo de Simancas
También hay monedas, aunque están marcadas por ser ensayos pendientes de su aprobación real antes de su acuñación. Y ejemplos de sellos de lacre. En unas muestras que acompañaban a unas cartas de Jorge Juan al Marqués de la Ensenada de 1749, una de ellas cifrada, se puede leer que uno de los sellos procede de las fábricas de Londres y el otro es «de los buenos, hecho en casa».
Según explica Rodríguez de Diego, «no es de extrañar la proliferación de estas muestras entre la documentación del siglo XVIII», dado el impulso que los ilustrados quisieron dar al progreso en todos los ámbitos: económico, militar, agrícola… «Es correlativo a la espléndida documentación figurativa y gráfica que existe de ese siglo, con una imponente producción de documentos gráficos de toda la obra arquitectónica desarrollada en el campo militar (cuarteles, arsenales, puertos, etc) y obra de ingeniería civil (puentes, caminos y fábricas textiles, de tabaco, de armamento…», dice.
Piezas singulares
Otros objetos relatan su propia historia. Como la escarapela tricolor de la Asamblea Nacional Francesa de 1789, el año de la Revolución, que se recibió con diversas cartas del comerciante vasco Fermín de Sansinenea relativas a asuntos americanos y pasaportes. O la llave de la arqueta que contenía los papeles del Padre Bernardo Ibáñez, un jesuita vitoriano que escribió una obra sobre la provincia jesuítica del Paraguay.
La nota del archivo indica que todo el legajo de 1762 que acompañaba a la llave trata de los papeles de Estado en poder de Ibáñez y subraya que el envoltorio estaba rubricado por Campomanes, nombrado ese mismo año fiscal del Consejo de Castilla.
«Todo está acompañado de expedientes o cartas alusivas a ello, que lo contextualizan y explican», remarca Rodríguez de Diego. Es «excepcional» el objeto descontextualizado, asegura.
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Dado que estos objetos deforman la documentación con la que fueron enviados y exigen una conservación y una protección especial, forman una colección propia en el AGS que «ha sido y es muy consultada en su conjunto«, afirma la directora del archivo, aunque su interés depende del tema que se investigue. Quizá algunas piezas, como el diente, no encajen en los estudios de quienes acuden a Simancas para documentarse. Pero no deja de ser una curiosidad más de un lugar singular, reconocido por la Unesco como 'Memoria del mundo'.
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