'La vida es sueño', interpretar a Calderón en medio de los bombardeos

El Teatro Nacional de Ucrania trae a España -Madrid, Pamplona y Logroño- su montaje del clásico español dirigido por Ignacio García

«Cerrar los teatros sería como cerrar aquí los bares, sería quitarles una parte de su vida», dice el director español

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Una imagen del espectáculo Lesya Ukrainka National Academic Drama Theatre

Su expresión mezcla extrañeza, incomprensión, aturdimiento, preocupación y alivio... En el patio del Teatro de La Abadía, los actores y técnicos del Lesya Ukrainka National Academic Drama Theatre hablan entre ellos después de treinta horas de viaje desde Kiev a Madrid (primero en ... tren hasta Budapest, y allí en avión a la capital de España); durante el trayecto, su ciudad ha vuelto a ser bombardeada por el ejército ruso con más de 400 drones y 18 misiles. Pero ellos, una vez más, deben mitigar el ruido de los proyectiles con la palabra, en este caso con Calderón de la Barca y su 'La vida es sueño' ('Життя – це сон', 'Life is a Dream').

El sábado 15 y el domingo 16 de noviembre la compañía ucraniana va a presentar en el Teatro de La Abadía, dentro del Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid, su versión del texto de Calderón, con versión de José Gabriel López Antuñano y dirección de Ignacio García. El proyecto, cuenta éste, surgió de la embajada de España en Ucrania (el embajador, Ricardo López-Aranda, cree firmemente en el papel de la cultura, y del teatro en particular, como modo de colaborar a aliviar el dolor del pueblo ucraniano) y de la Agencia Española de Cooperación en 2022, al inicio de la guerra. La implicación de la institución teatral ucraniana puso el resto, y el montaje, que se estrenó en diciembre de 2024, pasó al repertorio del Lesya Ukrainka National Academic Drama Theatre. Tras Madrid, la compañía, conformada por quince personas entre artistas y técnicos, viajará a Pamplona (martes 18) y Logroño (jueves 20).

«Hacer teatro en Ucrania me ha cambiado la vida -comienza Ignacio García-, me ha dado un sentido más profundo, más militante en cuanto a la transformación de la gente a través del teatro». ¿Qué supone para estos actores hacer teatro en estos momentos? «Significa no cortar del todo con su vida -sigue-. Hay miembros de la compañía que actualmente están en el frente y que sí han tenido que cortar con ella. A una de las actrices le destrozaron su casa en un bombardeo en Mariupol; a otra le mataron a su novio durante otro bombardeo en una fábrica. Hay otro con el padre secuestrado por los rusos... Son historias terribles. Y el teatro es terapéutico, es una manera de seguir la vida. Y poder estar aquí en Madrid, en un festival internacional, significa que su vida sea un poco más parecida a la de los demás. En cierto modo, como Segismundo, el protagonista de 'La vida es sueño', que se pregunta por qué los demás sí pueden y yo no... Los jóvenes ucranianos, como Segismundo, tienen todo el derecho a preguntarse por qué los franceses o los húngaros pueden viajar por el mundo, ser libres y tener los problemas normales de un adolescente o un joven, cuando mis problemas son que me bombardeen mi casa, que ne secuestren o que maten a mi novio. Para este grupo es muy importante salir de allí y estar a la par en un festival como el Festival de Otoño con otras compañías de otros países... Con normalidad. Porque podrán irse a tomar una cerveza después del estreno sin toque de queda ni bombardeos».

«Hacer teatro significa no cortar del todo con su vida. Hay miembros de la compañía que actualmente están en el frente y que sí han tenido que cortar con ella. A una de las actrices le destrozaron su casa en un bombardeo en Mariupol; a otra le mataron a su novio durante otro bombardeo en una fábrica. Hay otro con el padre secuestrado por los rusos... Son historias terribles»

La tradición cultural de Ucrania es importantísima, añade García. «Hay un consumo cultural masivo; todo el mundo va al teatro, igual que en otros países del Este de Europa como Hungría o Polonia. Cerrar los teatros sería como cerrar aquí los bares, sería quitarles una parte de su vida. Hay dos lugares sagrados allí, las Iglesias ortodoxas y los teatros. La gente se reúne en ellos, hay un nivel de emoción muy grande».

«De hecho -continúa-, el Ministerio de Cultura cambió de nombre hace un año; ahora se llama Ministerio de Cultura y de Comunicaciones Estratégicas, porque consideran que la cultura es una parte de la comunicación del país en el mundo y una manera de situar el mensaje y de que se sepa que existe una cultura ucraniana. Hasta hace cuatro años, el nombre del teatro era Teatro Nacional Académico del Drama Ruso, hacían Gogol, Chéjov... en ruso. Y los actores han tenido que cambiar su manera de hacer, su repertorio, su lengua, para adaptarse a una manera nueva de hacer. El teatro es muy importante culturalmente. Es una manera de evitar ser aniquilados como pueblo, como lengua y como cultura. Y para mí es muy bonito poder estar a su lado».

Una de las funciones del teatro es hablar del mundo que nos rodea, ser un espejo de la realidad. Pero en Ucrania, actualmente, no les gusta hablar de lo que les pasa, prefieren un teatro más evasivo, de entretenimiento. «Esta producción es atípica. Pero el director de la compañía es consciente del compromiso social y político que tiene, y del significado del teatro en este contexto. Y es muy impactante. Cuando una de las actrices, en un momento determinado, habla de sus sueños, de que soñó que se quemaba la mano y que su novio le soplaba y calmaba su dolor, pero que un día se despertó y a su novio le habían matado en un bombardeo, el público sabe que eso es verdad. Yo nunca había visto un nivel de catarsis tan fuerte. Hay obras que tienen, claro, una lectura metafórica, y todo allí se lee hoy desde este punto de vista. Por eso intentan que el teatro sea mayoritariamente evasivo».

«Se sienten cansados. Están agradecidos a la ayuda que se les presta, pero claro, los muertos y el dolor los están poniendo ellos, y el dolor es mucho y los muertos son muchos. Todo el mundo te cuenta historias terribles»

Dice Ignacio García que compara la situación con nuestra guerra civil, con todas las diferencias que haya. «Me refiero a la confrontación entre un modelo totalitario y un modelo liberal; hay voluntarios que van allí como las Brigadas Internacionales vinieron a España... Es bueno que vayamos allí; si a mí algún día me pasara lo que ellos están viviendo, a mí me gustaría no estar solo».

 ¿Se sienten abandonados, olvidados? «Se sienten cansados. Están agradecidos a la ayuda que se les presta, pero claro, los muertos y el dolor los están poniendo ellos, y el dolor es mucho y los muertos son muchos. Todo el mundo te cuenta historias terribles. Y mientras Occidente está calculando en la guerra sigue habiendo muertos y ciudades destruidas. Lo que para nosotros son cálculos geopolíticos, para ellos es sufrimiento inmediato. En algún sentido, se sienten traicionados porque se les ha dicho que se les iba a acompañar, y no se está haciendo tanto como se les dijo. Sobre todo hay, que es comprensible, un agotamiento masivo después de 1.200 o 1.300 días de guerra. Hace poco hablaba con una amiga ucraniana que me decía que estaba buscando un colegio para su hijo de cuatro años al que va a escolarizar; y me dijo que lo iba a elegir según el búnker que tuviera. Fíjese el desgaste emocional que supone dejar a tu hijo en el colegio y no saber si va a tener que ir a un búnker».

'La vida es sueño' adquiere un significado especial, sostiene Ignacio García. «Montando la obra allí he descubierto cosas que nunca había visto. Segismundo ha crecido maltratado, sin madre y sin socializar, y lo tiene muy difícil para comportarse bien. Nosotros tenemos esa cosa católica de que si te portas bien, te premiamos, y si lo haces mal te castigamos. La reacción del público en todos los montajes de esta obra que he visto, que han sido muchos, es aceptar que son las reglas del juego, las leyes. Pero lo que ves en Ucrania, que es impresionante y a mí me dejó asombrado, es que el hecho de que Segismundo vuelva a la torre provoca una decepción y una melancolía terrible, porque entienden que es un fracaso colectivo y supone la imposibilidad de cambio de régimen. Sin decirles nada, entienden que Basilio es el pasado. Igual que aquí se entendía que Basilio era el pensamiento supersticioso medieval, ellos piensan que Basilio es la Unión Soviética y que Segismundo es la esperanza de un mundo nuevo. Que regrese a la torre les lleva a pensar en la revolución de 2004, en la de 2014... pensar en cuántas veces han tocado con los dedos el cambio, liberarse de estos yugos y ver cómo siempre han acabado siendo atacados o bombardeados. Es impresionante cómo, sin tocar una coma, un texto puede decir cosas tan diferentes».

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