'Il turco in Italia', ópera con sabor a fotonovela
El Teatro Real estrena una nueva producción de la ópera de Rossini, con dirección musical de Giacomo Sagripanti y dirección escénica de Laurent Pelly
El Teatro Real se echa unas risas con 'Viva la mamma'
Madrid
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Iniciar sesiónEnredos, engaños, malentendidos, infidelidades, exotismo... Todo ello regado con mucho humor y una música 'marca de la casa' es lo que se puede encontrar en 'Il turco in Italia', la ópera de Gioacchino Rossini con libreto de Felice Romani que presenta el Teatro ... Real entre el 31 de mayo y el 12 de junio.
«Es una comedia -asegura Joan Matabosch, director artístico del coliseo- que, en su apariencia, responde a las expectativas de lo que, en la época de Rossini, debía ser una 'opera buffa'. El lugar de la acción y los personajes son contemporáneos; la acción avanza y se enreda como consecuencia de los cómicos defectos de algunos de los implicados; y culmina en un desenlace que ridiculiza esos defectos con humor, tolerancia y bonhomía, garantizando un final feliz tranquilizador».
El joven italiano Giacomo Sagripanti, que debuta en el Teatro Real, es el director musical de estas funciones, que cuentan con un doble reparto que incluye a Lisette Oropesa, Sara Blanch, Sabina Puértolas, Alex Esposito, Adrian Sampetrean, Paola Gardina, Chiara Amarù, Misha Kiria, Pietro Spagnoli, Florian Sempey, Mattia Olivieri, Edgardo Rocha, Anicio Zorzi Giustiniani y Pablo García-López.
El francés Laurent Pelly -que ha firmado recientemente en el Teatro Real espectáculos tan aplaudidos como 'Falstaff' o 'Viva la mamma!'- es el director escénico de la producción, que ve la luz en Madrid -y en la que participan la Opera de Lyon y el New National Theatre Tokyo-; situada originalmente en la Nápoles del siglo XVIII, Pelly ha envuelto su puesta en escena en el mundo de las fotonovelas y en los años sesenta.
Casada e insatisfecha
La protagonista, Fiorilla, es «una joven casada, insatisfecha -dice el director italiano-, que se aburre y sueña con un amor apasionado y loco en las antípodas de la vida cotidiana insípida que comparte con el vejestorio de su marido, y que, como forma de evadirse del tedio habitual que le desespera, se sumerge en la lectura 'cautivadora' de decenas de fotonovelas, se imagina a sí misma en una nueva vida en la que encuentra a Selim, un príncipe turco, héroe de aventuras exóticas tórridas y objeto de todos sus deseos… De este modo los personajes de la ópera se convierten en los actores de su imaginación desbocada».
«De todos modos -añade Pelly-, lo importante es la música de Rossini; la puesta en escena y el mundo de las fotonovelas no es más que una solución poética para hacer lo más actual y lo más viva posible la partitura, de un virtuosismo deslumbrante; Rossini hace que se sucedan a un ritmo desenfrenado los registros y las emociones más extremas, multiplicando los efectos dramáticos y los desenfrenos cómicos, como imágenes congeladas de una poesía casi abstracta».
El estreno de 'Il turco in Italia' se produjo en la Scala de Milán el 14 de agosto de 1814 -en Madrid se estrenó cuatro años más tarde en el Teatro de la Cruz; hasta ahora no ha pisado nunca el escenario del Teatro Real-; según Matabosch, el de Milán fue un estreno un tanto polémico tanto en lo musical como en lo escénico. Por un lado, se acusó a Rossini, antes de su estreno, «de hacer un pastiche de una ópera anterior, 'L'italiana in Argel'; a Rossini le encantaban los pastiches, pero precisamente esta obra es una excepción. Todo es música nueva».
Giacomo Sagripanti apunta que «la característica principal de esta ópera es que es un 'dramma buffo', un precedente de su posterior 'La gazza ladra', donde el primer acto es cómico y el segundo es serio. El personaje de Fiorilla tiene una cavatina muy ligera, en el estilo del canto 'buffo', pero cambia totalmente el carácter en la escena final y la más importante de la ópera; tiene un recitativo acompañado por la orquesta, símbolo desde Mozart de personajes nobles o serios».
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También se tachó la historia de «inmoral», y tuvo numerosos problemas con la censura, dice Matabosch; aunque el libreto original tiene un final feliz claramente moralista. Laurent Pelly lo ha evitado con su dramaturgia. «Fiorilla no vuelve a los brazos de su marido, no la encerramos en el final que escribió Romani; el personaje en nuestra versión puede considerarse incluso feminista».
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