'Un tranvía llamado Deseo', carne y hueso frente a imágenes icónicas
Nathalie Poza y Pablo Derqui protagonizan en el Teatro Español una nuevo producción de la obra de Tennesee Williams
América celebra cien años de Tennessee Williams

Cuando Tennessee Williams estrenó, en diciembre de 1947, 'Un tranvía llamado Deseo' (A Streetcar Named Desire), tan solo había estrenado un par de obras en Broadway, 'El zoo de cristal', en 1944, y 'You Touched Me', en 1945 -recibidas con aplausos la primera ... y con indiferencia la segunda-. Supuso la consagración de su protagonista, Marlon Brando, que cuatro años después se convertiría en una estrella con la adaptación cinematográfica de la obra. Su encarnación de Stanley Kowalski es uno de los grandes iconos de la época dorada de Hollywood.
Es difícil abstraerse del éxito y el significado que la película dirigida por Elia Kazan (también director del estreno teatral) cada vez que sube a escena una nueva producción teatral de 'Un tranvía llamado Deseo'. Así lo entienden Nathalie Poza y Pablo Derqui, que encarnan a Blanche DuBois y Stanley Kowalski, respectivamente, en la puesta en escena que sube hoy al escenario del Teatro Español. «Sinceramente, nunca pensé que iba a tener tanta tanto peso -dice ella-. La película es preciosa e inspiradora, pero la función es mucho más». «Las imágenes pesan, es verdad -interviene Pablo Derqui-. Pero nosotros recuperamos el texto original de Broadway; el guion cinematográfico está mucho más tamizado, aunque hay imágenes muy potentes. Pero el texto de Tennessee Williams se edulcoró. Y salir a defender el original nos motiva más si cabe todavía».
Nathalie Poza y Pablo Derqui encabezan un reparto que completan María Vázquez, Carmen Barrantes, Jorge Usón, Rómulo Assereto, Mario Alonso y Carlos Carracedo. La dirección es de David Serrano, al que se le encendieron los ojos, dice Nathalie Poza, cuando le propuso la idea. Recuerda el director lo que dijo Arthur Miller sobre la obra: «'Un tranvía llamado Deseo' es un grito de dolor. Olvidarse de eso es olvidarse de la obra. Espero no olvidarme de esta frase ni un segundo durante el montaje».
El grito de dolor proviene del propio Tennessee Williams, que arrastraba una infancia atormentada; que escondía su homosexualidad, rechazada cuando no perseguida en aquellos años; y que era adicto al alcohol y a los barbitúricos. «Él sufría -continúa la actriz-; su mayor aflicción era la soledad. Williams habla de la obra como una súplica o plegaria, más bien la segunda, para comprender a los seres delicados. Habla de sí mismo y de sus propias contradicciones, porque era un hombre que podía ser terriblemente cruel y autodestructivo; en el amor era cruel y violento. Pero después tenía otra cara: su fragilidad, su homosexualidad aniquilada y una falta de acogimiento paterno y materno. Williams está en todos los personajes; tiene mucho de Kowalski, pero también de Blanche, dicho por él». «De hecho -tercia Pablo Derqui-, aunque disfruto mucho del personaje de Stanley, yo quería hacer a Blanche DuBois, es el personaje que me maravilló». «Nos los intercambiaremos cuando estemos de bolos», ríe Nathalie Poza.
Williams, concluye la actriz, decidió convertir en tragedia todo ese cóctel, «y que sea aniquilado el personaje más frágil y el más delicado, como suele ocurrir en la vida real. No se sostiene en un mundo muy despiadado; el autor habla de ese capitalismo en auge, donde solo sobreviven los más fuertes, que es lo que defiende Kowalski, un superviviente, un inmigrante hecho a sí mismo, que está convencido de que la única manera de sobrevivir es ser el más fuerte. Si hiciéramos una continuación de la obra entenderíamos de dónde le viene esa necesidad de aniquilar lo que le recuerde que es tan frágil y pequeño como todos los demás; pero él no se lo permite. Y de ahí viene su machismo y la violencia masculina». La obra también habla, coinciden los dos actores, del deseo femenino. Añade la actriz: «Las dos mujeres están atrapadas en un mundo donde parece, ya lo dice Blanche, que las personas débiles tienen que seducir a las más fuertes si quieren procurarse el refugio de una noche, porque si no mantiene la fascinación de la juventud no va a poder sobrevivir en este mundo. Es el estigma de la mujer que no encuentra su sitio al que la sociedad tampoco permite que lo encuentre».
Han pasado algo más de setenta y cinco años, pero hay muchas cuestiones, especialmente por lo que respecta a la violencia machista, que siguen igual. «Si las hubiéramos superado, no haríamos este tipo de funciones, no seguiríamos hablando de lo mismo y no nos dolería tanto -reflexiona Nathalie Poza-. Lo hablamos mucho Carmen Barrantes, María Vázquez y yo, que no éramos tan conscientes de la violencia que hay y que se ejerce sobre ellas».
«Qué fácil sería -interviene Pablo Derqui- si los personajes se mirasen y se entendiesen, o tuviesen la voluntad de ponerse en el lugar del otro y compadecerse; que es algo, por otro lado, que hoy en día nos falta muchísimo; estamos viviendo atrocidades increíbles alrededor increíbles y las alejamos, las cosificamos las dejamos ahí como en una especie de esplaparate, y no dejamos que nos afecten. Vivimos en medio de un individualismo exagerado, y en el momento en que Williams escribe 'Un tranvía llamado Deseo' es la piedra angular de la sociedad que se está construyendo. Stanley encarna eso, ese capitalismo que surge después de la Segunda Guerra Mundial. Él es un inmigrante hecho a sí mismo, con un profundo sentimiento de inferioridad, probablemente porque no tiene estudios, y se choca con otra visión del mundo. Reacciona ante cualquier sospecha de que se están riendo de él, no lo soporta, y de ahí los brotes de violencia. Pero es por falta de empatía, algo que hoy en día todavía nos pasa».
¿Y qué han aprendido -o están aprendiendo- los dos actores de sus personajes. «Yo tengo la sensación de que no soy la misma que cuando empezó los ensayos -dice Nathalie Poza-. Creo que elegí esta función, inconscientemente, por algo también personal. Por supuesto, hay una razón muy bella para mí, y es que yo también necesito la poesía como la respiración, y no sabía hasta qué punto. Conectar con Blanche me ha hecho ser más consciente de ello». «A mí hay algo que me interesa mucho en la función -tercia Pablo Derqui-. No me parezco mucho a Stanley, pero sí hay cosas que resuenan, claro... El macho alfa, por ejemplo; todos lo entendemos y lo reconocemos. Y me interesa también desmitificar un personaje que está en en el limbo de lo intocable -Marlon Brando-, y que está más allá de la realidad. Lo que nos permite el teatro es carnalizarlo, porque cada actor es diferente, por su fisicidad pero también por su cultura, por su educación y por su manera de trabajar los personajes. Y al encarnarlo en el teatro te permite traerlo a la tierra. Es inevitable postrarse ante la sexualidad de un actor que era increíblemente bello e indiscutiblemente atractivo. Pero eso no es la función».
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