'Tennessee': vida en los cuartos de alquiler

Crítica de teatro

Un bello homenaje en el que pone en escena dos obras breves, 'La marquesa de Larkspur Lotion' y 'Háblame como lluvia', dos obras que encierran, sin embargo, todo el universo de Tennessee Williams

América celebra cien años de Tennessee Williams

César Camino y Maripaz Sayago, en una escena de 'Tennessee' Esmeralda martín

Diego Doncel

07/12/2023 a las 19:25h.

Texto Tennessee Williams (Entremés: María Ruiz y Cristina Medina)
Versión y dirección María Ruiz
Espacio escénico Juan Carlos Savater
Iluminación Felipe Ramos
Vestuario Chary Caballero
Sonido Benigno Moreno
Intérpretes César Camino, Cristina Medina y Maripaz Sayago
Lugar Teatro Español (Sala Margarita Xirgu), Madrid

Tennessee Williams fue el hombre de los cuartos de alquiler, de las pensiones y los pequeños hoteles sórdidos. La metafísica de sus personajes, es decir, su triste deuda con la vida nace por tanto de una cama deshecha, de una botella de alcohol y ... de un cenicero lleno de cigarrillos. Son en cierta medida esos ángeles a los que se le enredaron las alas y cayeron en la moral propia de los cuartuchos de mala muerte, enfermos de derrotas y solos. Eso es lo que nos trae María Ruiz en su homenaje al gran autor norteamericano, vidas que todavía esperan apurar el último resto de la copa de la vida, el plazo vencido del amor mientras hacen equilibrismos en el precipicio.

Un bello homenaje en el que pone en escena dos obras breves, 'La marquesa de Larkspur Lotion' y 'Háblame como lluvia', dos obras que encierran, sin embargo, todo el universo de Tennessee Williams aunque sea mediante ese par de pinceladas aparentemente sencillas y hondamente perturbadoras. María Ruiz hace que, en la primera pieza, los sueños de la Sra. Hardwike-Moore se rompan en el escenario y su máscara de marquesa caiga en el momento en que su casera nos hace ver ese rostro trágico de una simple prostituta que todavía guarda la esperanza de un dinero proveniente de un fantasmal campo de caucho en Brasil. Una caída a la dura realidad solo mitigada por la presencia de un escritor que aún defiende la vigencia de esa fantasía tan pobre como es pobre la esperanza. En la segunda, la lluvia sirve como bálsamo a una honda incomunicación amorosa, a una disfuncionalidad de los personajes que están tan ciegos de sí mismos que apenas pueden ver al otro.

En el terreno interpretativo todo raya a gran altura aunque se hace necesario mitigar cierta sobreactuación para que el énfasis emocional no reste complejidad a estas almas a la deriva. Como resultan demasiado obvios algunos pasajes del retrato de Tennessee Williams que se construye en el entremés. El espacio escénico es veraz y adecuado pero a la vez resulta demasiado frío, incluso demasiado poco creíble emocionalmente; todo está ahí, pero a veces quisiéramos darle un poco más de vida. Y sin embargo, la grandeza de estas pequeñas obras sigue cautivándonos de la mano de María Ruiz, porque el espectador reconoce que en estos seres perdidos está la autenticidad y la verdad de tantas derrotas.