El Teatro Real cierra su temporada de danza con uno de los títulos clave del repertorio clásico

El Ballet de la Ópera de Múnich (Bayerisches Staatsballett) incorporó este título en 1998. De ponerlo en pie se encargó Patrice Bart, un exbailarín estrella de la Ópera de París que, además, había sido el asistente de la puesta en escena que hizo para este teatro Rudolf Nureyev, y que fue la última antes del fallecimiento del legendario artista ruso. En ella suprimió el tercer acto, y se cerraba con el Reino de las sombras.

Laurent Hilaire fue el protagonista masculino de aquel estreno parisino; desde hace dos años dirige el Ballet de la Ópera de Múnich y ha recuperado la producción de 'La bayadera', que presenta ahora en el Teatro Real. En Madrid ofrecerá cinco funciones desde el jueves 30 de mayo hasta el domingo 2 de junio (el sábado habrá doble función), en las que la compañía muniquesa contará en el foso con la Orquesta Titular del Teatro Real, bajo la batuta de Kevin Rhodes. Osiel Gouneo, Jinhao Zhang, Julian MacKay, Madison Young, Lauretta Summerscales, Ksenia Shevtsova, María Baranova, Bianca Teixeira, Carollina Bastos, António Casalinho, Shale Wagman y Ariel Merkuri se alternarán en los papeles protagonistas: Solor, Nikiya, Gamzatti y el Ídolo dorado.

La historia de 'La bayadera' se inspira en dos dramas del poeta indio Kalidasa, y cuenta la historia de Nikiya, una bayadera de la India (mujeres consagradas a la danza) enamorada de un príncipe (Solor) que debe casarse a su vez con la hija del rajá gobernante. El dramaturgo alemán Serge Honegger dice en el programa de mano que hoy en día se acusa a la obra de «transmitir una imagen estereotipada de la India y de sus prácticas religiosas y culturales». «No hay ningún intento de atacar la identidad de la India -protesta Laurent Hilaire-, es una obra que se hace desde el respeto y sin caricaturizar nada. Hay que tener en cuenta los distintos conceptos de creación que tiene cada época. Todos los temas se pueden tratar desde el respeto, solo hay que adaptar los elementos que se hayan quedado caricaturescos o desfasados».

Con todo, los responsables del Ballet tuvieron en cuenta esta corriente de 'corrección política' que planea sobre todas las instituciones culturales a la hora de reponer 'La bayadera'. «Llamamos a una bailarina de danza tradicional india para que trabajara con la compañía. El diálogo fue muy interesante. La comunicación es fundamental», asegura Hilaire.

La entrada de las bayaderas en escena en el acto del Reino de las Sombras es sin duda la escena emblemática de esta obra y uno de los momentos más bellos de la historia del ballet. ¿Es también un elemento que mide la calidad de una compañía? «La calidad de una compañía -responde rotundo Laurent Hilaire- lo marca la diversidad de cosas que puede hacer. El Reino de las Sombras es un universo diferente del resto del ballet. Tiene que ser ligero, transparente, no es solo técnica. Es un estado mental, son veinticuatro sombras que respiran juntas al servicio del arte». «Hay que estar casi en estado meditativo», completa la bailarina Bianca Teixeira.

El bailarín francés, nombrado estrella de la Ópera de París en 1985, asegura que en el ballet hay una palabra fundamental, y es 'humildad'. «No se puede abandonar nunca... Rudolf Nureyev se ponía todas las mañanas en la barra y hacía sus ejercicios, como cualquier estudiante, no importaba si acababa de llegar de viaje y tenía jet-lag».

Rudolf Nureyev tiene, admite Hilaire, mucho que ver en esta versión de 'La bayadera'. El legendario bailarín puso en pie su producción cuando ya se encontraba muy enfermo; de hecho, su última -e icónica- imagen es la de su aparición en el escenario tras el estreno en París, prácticamente entronizado. Tres meses después fallecería a causa del sida.

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«A pesar de su enfermedad, estaba ojo avizor en los ensayos -recuerda Laurent Hilaire-; eliminó el último acto, el colapso del templo, y creo que tenía sentido. Aunque él me pidió que buscara la música para este último acto, pero no fue posible. Su versión estaba basada en la que tenía el Mariinsky de San Petersburgo [el antiguo Kirov, donde Nureyev bailó durante un tiempo], y se basó mucho en el trabajo con los bailarines masculinos».

Lógicamente, la versión que presenta el Teatro Real y que firma Patrice Bart tiene mucha influencia de la de Nureyev. Éste trabajaba sobre la oposición en el movimiento e inculcaba a los bailarines la importancia del gesto y darle sentido a cada uno de ellos. Su versión era rica, compleja y con muchos pasos... Pero yo creo que la de Patrice Bart es aún más rica».