Sergio Peris-Mencheta: «Soy un jugón, no un intelectual»

«Eso fue hace un año -recuerda-, y aquí estamos». El plural empleado por Sergi Peris-Mencheta a su socia en la productora Barco Pirata, Nuria-Cruz Moreno; a su equipo artístico -Joan Miquel Pérez, Alessio Meloni, David Picazo y Elda Noriega-, a su equipo técnico y a sus actores: Marta Belmonte, Jorge Kent, Álvaro Monje, Pedro Rubio y Javier Tolosa; solo este último había trabajado antes con él, el resto han surgido de audiciones. «Es una producción privada, pero estamos en un teatro público, no me puedo quejar de que los teatros públicos tengan siempre los mismos elencos si utilizamos, aunque seamos una productora privada, siempre a los mismos».

Cuenta Peris-Mencheta que hace un año estuvo una semana entera metido con ochenta personas en la sala de ensayos de La Abadía. «No eran castings de decir el texto y ya te llamaremos, sino sesiones de grupo de tres horas; sesiones de equipo, en la que los actores se ayudaban unos a otros para intentar desentrañar este texto tan difícil que es 'Cielos'».

Y es que si el teatro es siempre un trabajo en equipo, el director asegura que en esta obra tenía que conseguir «una célula antiterrorista que trabaja codo con codo, que tiene sus desavenencias, y para ello necesito que se lo pasen bien en escena, que sean buena gente y que hubiera sinergia entre ellos». 'Cielos' cuenta la historia de cinco personas, pertenecientes a una organización internacional llamada 'Sócrates', que aisladas en un lugar secreto intentan evitar mediante escuchas telefónicas un inminente atentado terrorista». La obra cierra una tetralogía 'La sangre de las promesas', que completan 'Incendios', 'Litoral' y 'Bosques'.

«Yo soy un jugón, no soy un intelectual», dice Peris-Mencheta, para explicar que si el texto le despierta su parte lúdica, si le despierta las ganas de contarlo, se pone en marcha. Y eso es lo que le ocurrió con 'Cielos', un texto que, añade, hay que descodificar. «No es una obra fácil; en general, Mouawad es muy exigente tanto para el espectador como para el director y los actores. El espectador se sienta y sabe que va a ver a Mouawad, y lo hace con el tiempo y el espíritu que requiere. Si no sabes lo que vas a ver, igual te aburres como una ostra o te sientes tonto porque es exigente; para bien y para mal. En cuanto a nuestro trabajo, desentrañar el texto es laborioso pero muy divertido; Mouawad te exige el máximo respeto. A los actores les dije en el minuto uno que teníamos que encontrar el código que abriera la caja fuerte, pero que nos lo íbamos a pasar muy bien».

Aunque no se considere un intelectual, Mouawad es teatro de ideas... «Cuando digo que no soy un intelectual es porque no parto de ideas para tomar decisiones; parto de algo más interno, que generalmente tiene que ver con lo lúdico, porque para mí esto es un juego. El día que el proceso se convierta en un agobio lo dejaré. Los agobios vienen después, según las críticas destructivas que tenga; aunque la mayor crítica es ver que algo no funciona, que el público desconecta, o que tres espectadores se levantan... Eso es una crítica, la más feroz que te pueden hacer. Eso lo puedo asumir, lo que no podría asumir es la presión durante los ensayos porque tengo que estar a la altura o tengo que demostrar algo a alguien. Esa presión la puedo sufrir como actor, no como director; yo me gano la vida como actor, y estoy dispuesto a pagar un precio que no estoy en absoluto dispuesto a pagarlo como director».

Admite Sergio Peris-Mencheta que «las razones intelectuales de la obra las encuentro ahora, cuando hablo con los periodistas. Durante los ensayos aparecen cosas que me tocan a mí, a mi presente, o al de los actores. Y ahí es donde me doy cuenta de la razón de fondo, que no es lúdica, por la que he elegido dirigir 'Cielos'. Pero me doy cuenta durante los ensayos pero si le pongo palabras a esa razón estoy muerto. No quiero acotar el campo, que es lo que haría, ni quiero que el espectador lo acote con el 'punto de vista' del director sobre la función. Quiero que cada espectador decida lo que está hablando esta obra».

Y es que, dice, «yo no sé lo que estoy contando. En una entrevista me preguntan sobre el mito de Casandra, y entonces me doy cuenta de que sí, de que está detrás de la puesta en escena y que late en esta obra, pero yo no he puesto conciencia al mito de Casandra al montar la obra. Pero si de algo puedo hablar, más que de ideas y de cómo pretende Mouawad cambiar el mundo, es de sensaciones. La respuesta está en la función; o por lo menos la parte que yo he entendido de cómo Mouawad quiere entender el mundo; probablemente hay muchas cosas que se me estén quedando en el tintero».