'Romance Sonámbulo', muchos lorcas en Lorca

El 'Romance sonámbulo' -«Verde que te quiero verde»- sirve, junto a otra decena de poemas, de falsilla para el espectáculo, dividido en cinco cuadros: 'Si mis manos pudieran deshojar', 'Casilda de la mano imposible', 'Gacela del amor desesperado', 'Canción del jinete', 'Romance de la pena negra', 'Gacela de la muerte oscura'. Najarro los utiliza como atmósfera para sus coreografías, un puzle a veces fascinante y a veces desconcertante, en el que caben estilos dispares como el baile clásico español, el flamenco o la danza neoclásica -aunque no siempre las piezas encajan con la misma precisión-.

'Romance sonámbulo' es una concierto sinfónico donde la danza es el instrumento solista y se funde con el resto. Iluminación, música, vestuario y proyecciones adquieren en este espectáculo un papel relevante y protagonista, algo que no siempre tienen. Antonio Najarro crea el movimiento con general elegancia y con destreza, siempre con la figura evocadora de Lorca como hilo conductor y con una música de José Luis Montón también de colores lunares. Es bellísima la idea de mezclar al poeta con sus creaciones, especialmente en el cuadro final, una suerte de apoteosis vitamínica y soleada, en contraste con la bruma del resto de la coreografía.

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Najarro sabe lo que tiene entre manos y por eso exprime las posibilidades estilísticas de su compañía para tejer una coreografía de discreto acento español y alejada casi siempre del efectismo. Daniel Ramos, en primer lugar, muestra su versatilidad en esa evocación del poeta que atraviesa varias etapas de su vida; María Fernández baila una luna más corpórea que etérea, y el resto de la compañía arropa con calidad el espectáculo