'Las niñas zombi': los millennial y la herencia moral
Crítica de teatro
Sin despegarse de las herencias de La Tristura, Celso Giménez no solo va aquí al encuentro de su memoria sino al encuentro de su propia voz
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'Las niñas zombi'
- Creación Celso Giménez
- Escenografía y vestuario Marcos Morau
- Iluminación Alván Prado
- Vídeo y cachivaches Albert Coma
- Espacio sonoro Adolfo García
- Intérpretes Natalia Fernández, Teresa Garzón, Belén Martí Lluch, Celso Giménez (Narrador) y Nacho Sánchez (Voz teléfono)
- Lugar Centro Cultural Conde Duque,Madrid
Conocemos a Celso Giménez por formar parte de uno de los proyectos teatrales más importantes e innovadores de estos años, La Tristura. 'Las niñas zombi' es, por eso, su primera aventura en solitario, una historia donde la memoria familiar en torno a la ... guerra civil es el punto de partida de una indagación sobre la pervivencia y la fiabilidad de los recuerdos, sobre la herencia moral, sus leyendas y sus papeles perdidos en el libro de la intrahistoria colectiva.
Aquí tres mujeres jóvenes, tres primas, de alrededor de 30 años se encuentran en una casa en el bosque y poco a poco van trazando las líneas de un retrato generacional humilde y confusamente épico y ético: conversan sobre amores y soledades, sobre sus cuerpos y las relaciones con sus padres, hacen sonar música de los setenta, bailan, pero sobre todo preguntan, indagan hasta qué punto la onda expansiva de aquel conflicto les sigue afectando.
'Las niñas zombi' habla de que el sentimiento de duelo está lejos de remitir, de que el ángel de la historia sigue con sus alas enredadas sin poder levantar el vuelo, pero habla, sobre todo, del problema de la identidad de una generación aturdida por un presente y por un pasado irresolubles. Un pasado que se concentra en la figura del abuelo común, un hombre que tuvo que cambiar de nombre para poder hacer la travesía del franquismo.
Celso Giménez, que introduce y cierra la obra, se vale de los tres personajes femeninos para crear un espacio donde todos los actos suceden detrás de una pared de plástico transparente que viene a crear un efecto de intimidad, de 'flaneurismo' y de distanciamiento también entre el espectador y lo representado. Una lógica muy de nuestro tiempo. El montaje escénico de Marcos Morau no deja de ser seductor en ningún momento y no deja de subrayar esos dos partes de la obra claramente diferenciadas, incluso en sus calidades argumentales: el parloteo y la búsqueda.
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Sin despegarse de las herencias de La Tristura, Celso Giménez no solo va aquí al encuentro de su memoria sino al encuentro de su propia voz y lo conseguido, a pesar de sus deudas y de sus búsquedas, a pesar de ciertas rigideces, no deja de ser potente y prometedor, sobre todo cuando se lanza a las profundidades de estas almas y abandona un cierto tono de ligereza y de costumbrismo juvenil.
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