'Una mena d'Alaska', Pinter en el país de los sueños
CRÍTICA DE TEATRO
El Teatre Lliure presenta la obra del premio Nobel de Literatura
Artículos de Sergi Doria en ABC
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Crítica de teatro
'Una mena d'Alaska'
- Autor Harold Pinter
- Traducción Cristina Genebat
- Dirección Ivan Benet
- Escenografía Sílvia Delagneau
- Vestuario Maria Armengol
- Iluminación Jaume Ventura
- Coreografía Andrés Corchero
- Música y vídeo Aida Oset
- Espacio sonoro Damien Bazin
- Intérpretes Mireia Aixalà, Andrés Corchero, Carles Martínez, Aida Oset
- Lugar Teatre Lliure, Barcelona
'Una especie de Alaska' ('A kind of Alaska') pertenece a la etapa del 'teatro de la memoria' que Harold Pinter desarrolló entre 1968 y 1982. Al igual que aquellos 'Viejos tiempos' que en 2006 puso en la Beckett la añorada Rosa Novell ... , el dramaturgo y Nobel de Literatura rastrea los territorios de la memoria: proyecciones del pasado, vivencias que mitifica la nostalgia; el recuerdo que, cual bumerán, planea sobre el presente; la frágil frontera entre la vigilia y el sueño.
La 'especie de Alaska' que topografía Pinter se inspira en uno de los casos clínicos que el neurólogo Oliver Sacks incluyó en 'Despertares', relato de no ficción que encarnaron en la pantalla Robin Williams y Robert de Niro. Una mujer, Deborah, despierta tras veintinueve años en coma a causa de una encefalitis letárgica. Al despertar se encuentra con el doctor que cuidó de ella en todo ese tiempo y su hermana Pauline. Cuando se sumió en ese largo sueño Deborah tenía dieciséis años y Pauline doce. Al observar a su hermana menor le habla como a una señora cuarentona que no reconoce e inquiere sobre sus pechos: «Me han salido», responde Pauline atribulada.
Esta adaptación que dirige Ivan Benet cuenta con la actuación de Andrés Corchero: sus movimientos, a medio camino entre el baile y la mímica, expresan la vida interior de la protagonista. Con los aderezos de la coreografía y la música, Benet prolonga el texto original de algo más de media hora a una hora y veinte minutos. Aunque el prólogo del despertar de la protagonista resulta un tanto moroso, el desarrollo de la pieza consigue impactar al espectador y conectar con la ambigüedad narrativa de Pinter en su dramático bascular entre el mundo real y el onírico. Mireia Aixalà metaboliza el desasosiego de esa Deborah varada en los recuerdos familiares; el siempre solvente Carles Martínez encarna al doctor que ha gastado su vida en velar a la durmiente; Aida Oset destaca por su triple vertiente de hermana y autora e intérprete de una música que crea una atmósfera cuasi sobrenatural. El silencio que precede a los aplausos del público certifica la potencia misteriosa del teatro de Pinter.
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