Luis Bermejo y Javier Gutiérrez reciclan 'El traje', una comedia negra sobre la corrupción
La función, escrita y dirigida por Juan Cavestany, y que los dos actores interpretaron hace doce años, llega al Teatro de La Abadía de Madrid
Javier Gutiérrez: «Siempre me domina el síndrome del impostor, creo que me van a desenmascarar»
Madrid
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Iniciar sesiónUna habitación iluminada por fluorescentes, con tuberías y conductos de aire a la vista en las paredes, una mesa desordenada y una silla metálica como todo mobiliario, además de unas escobas y una foto de un perro clavada en la pared. Es el escenario en ... el que se desarrolla 'El traje', y la estancia pertenece a unos grandes almacenes, donde ha habido un accidente en el primer día de rebajas.
Juan Cavestany, Luis Bermejo y Javier Gutiérrez son el trío responsable de 'El traje'; el primero es el autor y director de la función, que acaba de estrenarse en el Teatro de La Abadía, donde estará hasta el próximo 7 de julio. Luis Bermejo encarna a un vigilante de seguridad de los grandes almacenes, y Javier Gutiérrez es un hombre de negocios.
'El traje' vio la luz hace doce años en el Teatro Galileo de Madrid (ahora Teatro Quique San Francisco), a tan solo un par de manzanas de distancia de La Abadía. Los dos actores llevaban desde entonces en el bolsillo las ganas de retomar esta función, y su coincidencia en el reparto de la versión teatral de 'Los santos inocentes' despertó la ocasión: «Queríamos volver a hacer algo juntos y lo teníamos delante de nuestras narices».
Reciclaje
Luis Bermejo se refiere a la puesta en escena actual como «reciclaje». «Vivimos en una época en la que se habla mucho de reciclaje, de que no nos pueda la obsolescencia programada. Esta propuesta viene a corroborar esto». «Cada vez -completa Javier Gutiérrez- hay menos espacio para la exhibición de espectáculos, es una lástima que se queden relegados a veces a solo dos semanas en ciudades como Madrid o Barcelona; es frustrante para los que acometemos un proyecto».
'El traje', por el que Juan Cavestany está nominado al premio Max como mejor autor, sigue vigente hoy en día, aseguran los dos intérpretes. «Incluso más que hace diez años», dice Gutiérrez. Hay entre los dos actores una química indudable. ¿Cómo influye en el desarrollo de una función? «Javi y yo tenemos un pasado juntos -dice Bermejo-, y cuando hemos estado alejados siempre hemos estado pendientes el uno y el otro. A mí Javi me parece uno de los mejores actores de este país, por no decir el mejor. Es un actor en permanente deseo de redescubrir, de reciclaje también. Y en este espectáculo los dos hemos estado siempre preocupándonos por cada uno de los tramos, de la partitura, para tocarla cada día de manera diferente. A mí me gusta siempre decir que en teatro hay repetición, pero no reiteración. Y nosotros hemos estado preocupados de no reiterarnos».
«Yo cada vez le doy más importancia a los compañeros de viaje -insiste Gutiérrez-. Creo que son vitales en nuestro oficio y mucho más en el teatro, en el que pasas a tener con ellos un mayor vínculo que con tu propia familia durante año y medio o dos años. Y yo no me imagino este espectáculo sin un actor como Luis. Le da vuelo al personaje, a la historia. Hemos hecho auténticos hallazgos más allá del texto, que han hecho una pieza todavía más delirante de lo que era ya en sí. Hay un poso y un peso que con el paso de los años le ha venido muy bien a la función».
Traje a medida
Juan Cavestany escribió 'El traje' para los dos actores. Es, por tanto, un traje a medida. «Él escribió con nuestras dos caras, con nuestros dos cuerpos -apunta Luis Bermejo-. Y ahora lo ha revisado también con esa voluntad». Y completa a su compañero al asegurar que «este paso del tiempo le ha dado más vuelo al texto. Tiene otra corporeidad mucho más... más impactante».
Javier Gutiérrez y Luis Bermejo llegan a Madrid ya con unos sesenta o setenta bolos de esta función «reciclada». Hay espectadores ilustres como Josep Maria Pou, que vio la obra en Málaga hace unos días, que se refirió a 'El traje' como «lo más parecido a un combate circense. Estaba sorprendido de esa esgrima verbal que tenían los dos personajes», dice Javier Gutiérrez.
¿Y en qué se nota el crecimiento de la función a través del crecimiento de los dos actores? «En primer lugar -sigue Gutiérrez- es que teníamos unos deseos irrefrenables de volver a ella. Es una función que nos ha perseguido durante el paso del tiempo». La producción, por otra parte, también ha crecido. «Es mucho más ambiciosa», coinciden ambos.
Luis Bermejo añade que «vivimos al borde de la parodia con abismos de seriedad. Los dos somos conscientes de ese lugar donde podemos mostrar el ridículo, donde podemos reírnos de nosotros, y eso, creo, se ve en el escenario; se ve a dos actores que han aprendido que el viaje actoral tiene que ver con mostrar el ridículo. Es un concepto muy abstracto pero que creo que al actor le ayuda para construir y para transformarse».
«Habla de la soledad del individuo, de la deshumanización de la sociedad, de ese egoísmo en el que estamos ahora mismo. Parecía que íbamos a salir de la pandemia como una sociedad más fortalecida, más empática, más generosa con el otro. Y es todo lo contrario»
Javier Gutiérrez
«Nosotros -interviene Gutiérrez- le encargamos este texto para hablar de la corrupción política, y a Juan le salió esta pieza tan negrísima y tan absurda. Desde entonces hemos pasado un confinamiento, una pandemia, crisis económicas, etcétera... Pero parece que Juan lo haya escrito antes de ayer. Habla de la soledad del individuo, de la deshumanización de la sociedad, de ese egoísmo en el que estamos ahora mismo. Parecía que íbamos a salir de la pandemia como una sociedad más fortalecida, más empática, más generosa con el otro. Y es todo lo contrario».
El paso del tiempo hace muchas veces que el ser humano se preocupe más por lo cercano, por lo humano. «El teatro propicia una comunicación empática y si lo humanizas hace que se drene un poco el egoísmo en el que estamos envueltos -dice Luis Bermejo-. El teatro, lo he vivido también con 'El traje', es transformador en ese sentido y a través de la risa, por supuesto». Completa Gutiérrez: «Si perdemos el foco en lo concreto y nos vamos a lo general, es ahí donde realmente estamos perdidos. Es muy importante actuar desde cualquier manera, pero desde nuestra trinchera, en el día a día y con lo cercano».
«¡Cómo nos hemos divertido!»
El encuentro con el público es siempre lo que completa una función, y los dos se encuentran muy satisfechos de la respuesta de los espectadores. «Ha habido lugares en los que, ni bien terminábamos, la gente se ponía de pie aplaudiendo, agradeciendo: '¡Cómo nos lo habéis hecho pasar! ¡Muchísimas gracias! ¡Qué duro es! ¡Cómo nos hemos divertido!»
«Conseguir esa tragicomedia -sigue el actor- en estos momentos en los que estamos... Conseguir ese juego, que lo tiene el texto, por supuesto, donde el espectador se conmueva y al mismo tiempo se descacharre, me ha llenado de satisfacción y me ha creado confianza».
«En el teatro el actor tiene, mientras dure la función, que hacerse cargo de muchos aspectos; el principal, desbordarse de vida en el escenario»
Luis Bermejo
«No nos hemos equivocado retomando este texto -concluye Javier Gutiérrez-, porque hay una entrega y un compromiso, una vez que se levanta el telón, por parte de los dos que, más allá de que al espectador le guste o no le guste la propuesta, le genere dudas, emociones, inquietudes... el público ve a dos tipos jugándose la vida en el escenario. Y yo para eso me hice actor. Y cuando hace años estrenamos esta obra, igual estábamos más preocupados en la comedia, en si se reirán o no. Ahora hay momentos en que nos da exactamente igual, porque apostamos, pero a muerte, por el trabajo que estamos haciendo. Hay una honestidad, una sinceridad y un rigor en el trabajo encima del escenario como yo pocas veces me he visto enfrentándome».
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«A mi me suelen preguntar -sigue el actor- si somos mejores actores los que hacemos teatro. Siempre digo que no lo sé, que no me puedo poner en la piel del que no se sube a un escenario, pero sí lo hago en la piel del que se sube a un escenario y creo que no hay nada comparable. Yo no me siento igual encima de un escenario que delante de una cámara. Estás interpretando un personaje, estás siendo el vehículo para contar una historia, pero hay algo que no sabe igual, que no huele igual; uno no siente de la misma manera».
Tiene que ver, interviene Bermejo, «con que tú eres soberano de tu trabajo. Y eso es un derecho y una obligación. Estoy de acuerdo con lo que dice Javi: delante de una cámara tienes que implicarte también, pero cortan y el proceso se interrumpe. En el teatro el actor tiene, mientras dure la función, que hacerse cargo de muchos aspectos; el principal, desbordarse de vida en el escenario».
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SuscribeteMadrileño. Ingresó en la Redacción de ABC en 1985. Ha pasado por distintas secciones, pero siempre se ha dedicado a la información de música y artes escénicas. Es crítico teatral y de Danza
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