La lección francesa de Le Poème Harmonique
Ana Quintants en el papel de Coronis, tan proclive a la dramatización y a la expansión vocal, e Isabelle Druet, en el de Tritón, resumen una totalidad muy sólida
El Teatro de la Zarzuela rescata una obra olvidada de Albéniz
Madrid
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- Autor Sebastián Durón
- Intérpretes Ana Quintans (Coronis), Isabelle Druet (Tritón), Victoire Bunel (Sirene), Le Poème Harmonique
- Director musical Vincent Dumestre
- Lugar Teatro Real, Madrid
- Fecha 11-VI
En demasiadas ocasiones, el patrimonio musical español se recupera a borbotones, impulsado por proyectos individuales, acciones solitarias y deseos personales, sin espacio para un plan consolidado en el tiempo. A Albéniz, muerto en la francesa localidad de Cambo-les-Bains después de una vida ... trashumante, se le limpió de leyendas e infundios a punto de alcanzarse el siglo XXI, cien años después de su muerte, en una especie de fiebre colectiva que trajo textos, partituras, grabaciones y conciertos, y que hoy adormece. En ese limbo vive Falla, muerto en Argentina tras huir del cainismo nacional y cuyo sentido referencial no exime de que todavía haya partes de su obra pendientes de explorar. De la polifonía del siglos XVI y de los vihuelistas de la época, referencia indiscutible en el mundo, quedan composiciones y autores que merecería conocer, quizá en la dirección que en los últimos años se sigue con la irregularmente conocida música de comienzos del XVIII.
Aquella época merece observarse con detalle una vez recuperada la imagen del aficionado Felipe V, tantas veces desdeñado pero cuya labor fue determinante en la renovación de las artes y la sociedad. El cambio de costumbres, la nueva moda y protocolo que importó desde Francia, incluyó la creación de nuevo repertorio musical cuyo descubrimiento ha provocado curiosas acciones superpuestas. Surge así el caso de 'Coronis' (título supuesto y ahora normalizado como referencia a un lujoso manuscrito preservado en la Biblioteca Nacional de España, obra escénica que debió tener su importancia pocos años después de la llegada a España de Felipe V, en 1701. De un lado, los musicólogos Raúl Angulo y Antoni Pons editaron la obra y el primero publicó un amplio estudio en el que reconoce la autoría de Sebastián Durón. Vino luego Luis Antonio González con Los Músicos de su Alteza a reeditarla con estreno en el Auditorio Nacional de Madrid en 2019, del mismo modo que Vincent Dumestre y Le Poème Harmonique se han apoyado en su propia edición del manuscrito para asumir la grabación y su escenificación gracias a la producción de varios teatros franceses.
'Coronis' refleja de forma evidente las carencias del hábitat musical español. Por un lado, porque abruma el apoyo institucional que Le Poème Harmonique tiene para poder desarrollar su trabajo con una calidad y dignidad que aquí queda siempre en entredicho bajo la amenaza de cantos de sirena. El más reciente es la advertencia de cierre del Ministerio de Cultura sin recabar en la importancia de un sector que en lo inmaterial otorga una envidiable dignidad al país y en lo cuantificable una considerable aportación. Por otro, porque una vez más, Francia lleva tiempo asumiendo la dignificación del repertorio histórico mientras aquí se promueve con cautela, anteponiendo la buena intención a la brillantez del resultado. La reciente escenificación de 'Achille in Sciro' de Francesco Corselli en el Teatro Real apunta en esa dirección, tan distinta al trabajo sistemático de Le Poème Harmonique cuya escenificación de 'Coronis' por diversos teatros franceses acaba de presentarse en el mismo Real en única función, en versión de concierto, con un programa de mano raquítico y a precios sorprendentes.
Al margen de lo inmediato tampoco es desdeñable observar una interpretación capaz de hacer revivir una época en la que España sufrió una transformación radical. Ahí está la 'corrente italiana' de Juan Cabanilles que Le Poème Harmonique utiliza como obertura de 'Coronis', descifrada tan a la francesa, con rigor rítmico y paso solemne, lejos de cualquier opción interpretativa al uso; o las danzas sometidas a preciosos y sorprendentes ajustes instrumentales, entre el gesto culto y el popular de guitarras y castañuelas, como ejemplo de lo que pudo ser aquella corte en la que dos formas de entender el arte se confrontaron en una especie de poliglotismo estilístico. El grupo de Vincent Dumestre ha pasado por Madrid casi de puntillas, pero con tiempo suficiente para demostrar que su propuesta implica un profundo trabajo de fondo a partir de un texto musical que se interpreta con amplitud de miras y soltura. ¿Cómo no creer en la pronunciación del español profundamente trabajada pero inevitablemente teñida de un acento importado? ¿Cómo no considerar una dicción que refuerza la expresión del texto con una clara intención de fingir una obra cuyo destino es el escenario? ¿Cómo no dejarse convencer por un continuo narrativo que une los distintos números de la obra casi indiferenciando recitativos de arias, de jácaras y pasacalles, lo que fortalece extraordinariamente la estructura general?
En la propuesta de Le Poème Harmonique hay mucho por descubrir más allá de la estricta consideración que se le dé a una interpretación armada con un reparto que se expresa con soltura e intención. Ana Quintants en el papel de Coronis, tan proclive a la dramatización y a la expansión vocal, e Isabelle Druet, en el de Tritón, ahondando en recovecos, pueden resumir una totalidad muy sólida. Porque ante todo está el conjunto, con un coro que varía de la cuatro a las nueve voces y que reconstruyen los propios solistas. Además de una orquesta que en su estricta concentración alimenta el rescoldo de aquella corte que se fue abriendo a la consideración de lo italiano como estilo dominante. En ese contexto de novedad y reforma, Sebastián Durón se mantuvo fiel a sus principios y apoyó al austria y archiduque Carlos, lo que le llevó al exilio. Podría considerarse que su mundo pertenecía a un tiempo pasado, aunque esta 'Coronis' sonara en el ámbito de una corte dispuesta a abrir las fronteras de n país con tendencia a encerrase. Durón murió en Cambo-les-Bains, al igual que Albéniz. En Francia.
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