La sangre de un teatro
Un teatro no es solo un edificio. Es más, los cimientos, los suelos, las paredes... son únicamente su esqueleto. La carne y la sangre, la vida, la componen las personas que lo habitan
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Iniciar sesiónUn teatro no es solo un edificio. Es más, los cimientos, los suelos, las paredes... son únicamente su esqueleto. La carne y la sangre, la vida, la componen las personas que lo habitan: regularmente (sus trabajadores) u ocasionalmente (las compañías que ocupan su escenario o ... el público que acude a los espectáculos).
El Teatro Albéniz de Madrid abre sus puertas después de trece años cerrados. Es una buenísima noticia, de esas que los periodistas añoramos dar más a menudo. Tras años de luchas legales y vaivenes en la propiedad del edificio, finalmente lo ha adquirido la discográfica Universal, y el próximo jueves 17, por fin -con una gran figura española, Antonio Banderas, y una obra de título significativo y simbólico, 'Company'- se volverá a alzar el telón en un teatro que nació en 1945; que albergó, por ejemplo, las primeras notas profesionales de una de las más grandes sopranos españolas del siglo XX, Pilar Lorengar; y por cuyo escenario han pasado figuras de la danza de la talla de Alicia Alonso, Tamara Rojo, Julio Bocca, Sara Baras, Antonio Canales, Mikhail Baryshnikov...; de la música como Bebo Valdés, Ute Lemper, Enrique Morente, Estrella Morente, Miguel Poveda, Chavela Vargas... O del teatro como Carmen Maura, Nuria Espert, Adolfo Marsillach, Maribel Verdú, Lindsay Kemp... La lista es interminable.
Se han recuperado también las figuras autómatas que Ángel Ferrant creó basándose en la 'Suite Iberia', de Isaac Albéniz, que se han devuelto a su lugar originario, y el patio de butacas luce como nunca. Pero...
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La 'suite' madrileña que ha salvado el Teatro Albéniz
Jesús Nieto Jurado
Pero el teatro comparte edificio con un hotel; la entrada es extrañamente la misma, la recepción del hotel está justo al lado de la puerta del patio de butacas; en varias salas del hotel hay unas claraboyas desde las que se ve el interior del teatro; los camerinos son escasos y están mal situados. Son cuestiones que la vida y el uso de los dos -hotel y teatro- irán, esperémoslo, limando.
Porque el Albéniz necesita vida. Y para eso precisa carne y sangre, personas que le den alma a las paredes, que creen una programación que justifique los esfuerzos realizados para abrirse. Parece de perogrullo, pero aun no se han resuelto varias de estas cuestiones. El teatro necesita un director (actualmente es el director del hotel su máximo responsable) que sepa elaborar una programación que dote al teatro de personalidad propia; necesita un personal de sala que convierta al Albéniz en el lugar acogedor que fue (especialmente en la etapa de la inolvidable Teresa Vico); necesita técnicos que tengan todo siempre a punto; necesita personas que comuniquen lo que allí se hace, que se relacionen con el público, que hagan sentir a los artistas que actúen allí como en su casa, personas que lo mantengan siempre en perfecto estado de revista. Personas, y no paredes, que lo hagan latir de nuevo al compás de estos tiempos, pero sin perder el ritmo de su historia.
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