Israel Galván: «Yo no soy un bailaor, soy una instalación, una obra de arte»
El artista sevillano ha intervenido en los campus de La Fábrica y presenta en el Centro Conde Duque de Madrid su nuevo espectáculo, 'Seises', inspirado en los niños bailarines de la Catedral de Sevilla
Madrid
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Iniciar sesión«Yo no quería bailar». La afirmación, tajante, de Israel Galván, sorprende en alguien que lleva toda la vida (y no es una frase hecha) dedicado al baile, y que es, indiscutiblemente, una de las grandes figuras del flamenco desde hace ya varias décadas. « ... Yo odiaba el flamenco», remata. El artista sevillano habló ayer martes en uno de los campus de La Fábrica, y hoy, miércoles, presentará en el Centro Conde Duque 'Seises', el espectáculo que estrenó el mes pasado en la Bienal de Sevilla inspirado en la célebre tradición sevillana.
«Desde que tengo uso de razón estoy bailando, pero yo no quería bailar», insiste. Hijo de dos bailaores, José Galván y Eugenia de Los Reyes, sus primeros recuerdos le llevan a los tablaos y sus camerinos. «Siempre me ha costado hablar y comunicarme, y en el baile encontré una manera de comunicarme. Me interesaba el arte, los libros, y me encontré con que tenía una herramienta, mi cuerpo, y el baile flamenco, que yo había bebido desde pequeño».
«Me iba por las mañanas al tablao y, mientras las limpiadoras hacían su trabajo, yo investigaba. Mi banda sonora era el sonido de un cine porno que había al lado»
No ha pisado, dice, un estudio, pero cuando decidió comunicarse a través del baile -«fue una Nochevieja», recuerda- se iba por las mañanas al tablao y allí, «mientras las limpiadoras hacían su trabajo, yo investigaba. Mi banda sonora era el sonido de un cine porno que había al lado». Así que le ponía compás a los orgasmos mientras crecía como bailarín. «Me gustaban mucho las películas de Stanley Kubrick, y yo veía que con el zoom atraía la atención del espectador; yo probé a transformarlo en un movimiento de mi mano».
Para no haber querido bailar, Israel Galván se ha ganado bien la vida con el baile. «Siempre he visto el flamenco desde fuera, aunque haya estado dentro, porque nunca he tenido la ilusión del bailarín ni la vocación. Y mirar el baile desde fuera puede haberme venido bien». No es el mismo caso de Antonio Gades, que siempre repetía que había llegado al baile por hambre. «Yo he ganado mucho dinero de chico. Me tiraban dinero mientras bailaba y hasta que no veía billetes lila, los de 5.000 pesetas, no paraba. Estaba rodeado de dinero y cuando veía un lila, recogía y me iba».
«Yo he ganado mucho dinero de chico. Me tiraban dinero mientras bailaba y hasta que no veía billetes lila, los de 5.000 pesetas, no paraba. Estaba rodeado de dinero y cuando veía un lila, recogía y me iba»
Después de pasar por las manos de Mario Maya y Goyo Montero, Israel Galván comenzó un camino -no siempre comprendido- que le ha llevado a convertirse en punta de lanza del flamenco. «El flamenco es como un virus que necesita revolución porque si no se queda muerto. Todos venimos de referentes como Carmen Amaya, Vicente Escudero, Antonio Ruiz Soler... Pero yo concibo el flamenco como un terreno virgen, me interesa lo que otros no han hecho; y me di cuenta de que tenía muchas ideas diferentes. Yo no soy un bailaor, soy una instalación, un objeto artístico. Dejé de lado el virtuosismo y me centré más en saber estar, de quedarme quieto, que a la hora de estar en el escenario es más importante que bailar».
Ha hablado Israel Galván de Vicente Escudero y Carmen Amaya, que vivieron una época en la que la danza española dialogaba constantemente con la vanguardia de otras artes. ¿Falta esa comunicación hoy en día? «El arte siempre se está moviendo y atraviesa ciclos. Hay gente que hace cosas geniales sin haber leído un libro y sin unirse a artistas de otras disciplinas. Uno tiene que sorprenderse a sí mismo, no se puede quedar en el baile por el baile nada más, o en el virtuosismo. Ha de ir un poco más allá».
El nacimiento de los espectáculos de Israel Galván tiene orígenes distintos. «A lo mejor te piden que hagas algo nuevo... Al final se trata de tener la mente ocupada con el arte, para quitarte de la vida cotidiana. A mí me vienen muchas ideas porque me gusta tener la mente ocupada y la necesidad de estar en otro lugar».
«Siempre busco en mis tradiciones. Y lo que intento es cambiar de cuerpo y de mente; no se trata de sacar una coreografía nueva, sino de hacer algo me haga cambiar de forma de bailar y de forma de pensar»
«Seises» es el título del nuevo espectáculo del artista sevillano. Se inspira en los niños que bailan en la Catedral de Sevilla en determinados momentos del año litúrgico. «Siempre busco en mis tradiciones. Y lo que intento es cambiar de cuerpo y de mente; no se trata de sacar una coreografía nueva, sino de hacer algo me haga cambiar de forma de bailar y de forma de pensar. El simple baile de los Seises, que solamente se levantan y dan un paso, me abre un mundo: me descubre que tengo que tocar las castañuelas de otra manera; me hace querer bailar con la intención de un niño; me hace relacionar a Scarlatti con la guitarra flamenca... pienso en quién me puede cantar, y pienso en una voz blanca... Pienso en los niños mártires y en cómo se sublevan en el momento del martirio. Todo eso surge del pequeño movimiento de los Seises. Siempre busco nuevos maestros».
No busca Israel Galván la inspiración en otros bailarines y coreógrafos. «Claro, porque son cosas hechas ya... Sí inspiran, me gusta verlos, pero no voy a sacar nada nuevo y, repito, yo no quiero bailar, quiero un cuerpo nuevo, una mente nueva, y eso se lo robo yo a los Seises». Esta concepción de la danza le lleva también a bailar solo en sus espectáculos. «El flamenco, cuando no es teatralizado, es individual. Aunque yo he estado en el cuerpo de baile con Mario Maya, mi tradición es más jonda: de los tablaos, de las fiestas de otra época... Más individual. Soy muy tímido, y tampoco disfruto mucho del contacto con otras personas en el escenario... Lo más cerca que he estado con otros en escena es en las sevillanas», ríe.
Toca terminar la entrevista y, después de lo que ha dicho, no hay más remedio que preguntarle si disfruta bailando. «Sí, porque hago lo que me da la gana -responde seguro-. Yo no quería bailar lo que me decían, pero en el momento en que yo me encuentro con que tengo el cuerpo para bailar y tengo el arte, disfruto bailando porque el baile es mi herramienta; es como si me hubiera creado un hermano gemelo».
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