'Los gestos', puntos de fuga en Roma
Pablo Messiez abole, por ello, la trama figurativa, el canon escénico basado en el desarrollo de unas ideas y en la resolución de un conflicto, opta por una especie de abstracción
Pablo Messiez une en 'Los gestos' a Mina y a Pasolini
Crítica de teatro
'Los gestos'
- Texto y dirección Pablo Messiez
- Escenografía Mariana Tirantte
- Iluminación Carlos Marquerie
- Vestuario Cecilia Molano
- Coreografía Elena Córdoba
- Espacio sonoro Lorena Álvarez y Óscar G. Villegas
- Vídeo Alicia Calôt y Laura Garmo
- Intérpretes Elena Córdoba, Manuel Egozkue, Fernanda Orazi, Nacho Sánchez y Emilio Tomé
- Lugar Teatro Valle-Inclán, Madrid
Como los viejos vanguardistas, Pablo Messiez nos pone delante de los ojos un artefacto atravesado por la extrañeza. En un contexto teatral en el que el realismo se ha convertido en la estética de la sociedad de mercado; donde el documento, la ideología, lo ... meramente argumental marcan a fuego nuestro reflejo de la realidad, Pablo Messiez, como hizo Mallarmé contra la poesía de su tiempo, da un golpe de dados en la mesa. Abole, por ello, la trama figurativa, el canon escénico basado en el desarrollo de unas ideas y en la resolución de un conflicto, opta por una especie de abstracción. Todo defrauda las expectativas con que el espectador de nuestros días se enfrenta a la experiencia teatral, tanto es así que la caracterización de los personajes, sus acciones, el mismo escenario con ese mirador desde el que se contempla Roma, todo se convierte en un punto de fuga.
Por eso, en ese piso en que Topazia (Fernanda Orazi) quiere abrir un local de teatro y un bar donde represente un espectáculo con fondo de canciones de Mina, las sillas no van a terminar ordenadas de cara al pequeño escenario sino al punto de fuga al que invita el ventanal. Messiez opera por repetición, por tensión y por intensidad.
Todo es como un meteoro que vemos un momento en el cielo y que se desvanece en la noche infinita: el homenaje que Sergio (Emilio Tomé) quiere hacer a Pasolini, el pianista (Manuel Egozkue) que ha sido contratado sin saber para qué, la vieja bailarina (Elena Córdoba), madre de Topazia, el joven poeta que parece una figura más de las 'Expressions des passions de l´âme', de Charles de Brun. Lo único que se mantiene como lenguaje final, apoyado en una constelación de referencias culturales, son los gestos, tal vez lo único que en lo que pervive lo puro, lo único que nos muestra, no solo para el teatro, un camino de liberación.
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Riesgo puro, atrevido, sin concesiones, búsqueda de un nuevo paradigma para expresar nuestras pérdidas, para encontrarnos en el diálogo de nuestras intimidades, eso es lo que propone Pablo Messiez.
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