'A la fresca' saca las sillas a la calle para reivindicar el placer de hablar por hablar
La Nave 10 de Matadero estrena una obra escrita y dirigida por Pablo Rosal, e interpretada por la compañía Los despiertos
La Nave 10 de Matadero renace como centro de creación dramática contemporánea

Sentarse a la fresca (o al fresco) es una inveterada costumbre que algunos quieren incluso que la Unesco lo declare Patrimonio inmaterial de la Humanidad. Sacar la silla a la calle para improvisar un rato de charla entre vecinos al caer el sol del ... verano es algo que está en el imaginario popular, aunque cada vez es más difícil ver esa estampa, sobre todo en las grandes ciudades. El dramaturgo catalán Pablo Rosal ha elegido esta singular asociación para su obra 'A la fresca', su primera colaboración con la compañía Los despiertos (Alberto Berzal, Israel Frías y Luis Rallo), que se estrena hoy, jueves 6 de febrero, en la Nave 10 de Matadero.
Pablo Rosal define su obra como «una fábula poética y cómica». «Es un tema que tenía en la cabeza desde hace mucho tiempo -dice-: hablar sobre salir al fresco, un hecho muy mundano, y elevarlo. Llevarlo a una categoría casi de de manantial, de lugar donde se crean las cosas, donde se crea esa conversación que está al margen del mundo y donde uno aprovecha para volver a pensar el mundo, a soñarlo, a realfabetizarlo».
Tres personajes: un escritor, un albañil y una cocinera, se encuentran al final del día, cansados, «y en este espacio liminal empiezan una conversación a la fresca que les da vida, que vuelve a llenar su vida y les hace volver a soñar el mundo, a pensar las relaciones, se dejan llevar por una conversación que no tiene un lugar de llegada, ni un interés ni un objetivo claro, más allá que el propio devaneo, que perderse por las asociaciones de palabras».
No hay acción en 'A la fresca' -que transcurre a lo largo de un verano-, por tanto; son tres personas hablando. A Rosal no le asusta. «Es una firma personal». Esa falta de acción, incluso, le parece «una bendición. Yo acudo al teatro, incluso a los ensayos, para aprender a vivir; precisamente, el hecho de que no pase nada me relaja como director. Sé que a los actores a veces les inquieta mucho... No le tengo miedo a eso, lo he hecho toda la vida y lo disfruto mucho. El hecho de que no haya acción, de que no haya conflicto, creo que nos dice que podemos confiar en el ser humano, en la vida, en las cosas».
«Todo está vivo -continúa el director-: el vaso, la botella, la mesa, las personas, las manos, los sombreros... Todo tiene vida, todo tiene importancia». Rosal busca la armonía: «Busco descaradamente la paz en el escenario».
Los personajes son dos hombres y una mujer, pero sobre el escenario hay tres actores. Uno de ellos interpreta a una mujer. Pablo Rosal sabía cuando escribía la obra que lo hacía para tres actores, pero dice que no le importó que a la cocinera la interpretara un hombre. «Es un personaje muy estereotipado, como los otros dos; estamos en el arquetipo, no son tipos psicológicos, es una fábula».
Los tres son, asegura Pablo Rosal, «tres filósofos, son tres poetas. Cada uno desde su arquetipo y de su función en el mundo, quién cocina, quién construye, quién escribe...» Precisamente el personaje del escritor es quien propone que la conversación no gire en torno a ellos mismos y sus problemas. «'Salgamos para hablar de otra cosa', propone, y este hablar de otra cosa es hablar de la pura imaginación. Esta va floreciendo y el único tema es el juego, el lenguaje del juego, con las imágenes poéticas, y el juego por el juego. En realidad es un festín y un homenaje al juego que permite el escenario».
Concluye Pablo Rosal: «Le estamos quitando la gracia y la magia al mundo. 'A la fresca' es una fábula que contrapone esa casa maravillosa ideal que todos teníamos en la infancia -podría ser la casa de la abuela en el pueblo, en el campo-, con este mundo que todo lo ensucia y todo lo contamina».
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