El festival de Aix-en-Provence pone el dedo en la llaga
El certamen del sur de Francia presenta 'Résurrection', con dirección escénica de Romeo Castellucci y dirección musical Esa-Pekka Salonen
Una imagen de 'Résurrection'
AIX-EN-PROVENCE
Résurrection
- Autor Gustav Mahler (Sinfonía nº 2, 'Résurrection'
- Dramaturgia Piersandra Di Matteo
- Director de escena, vestuario y diseño de luces Romeo Castellucci
- Dirección musical Esa-Pekka Salonen
- Intérpretes Golda Schultz, Marianne Crebassa. Coro y Orquesta de París
- Lugar Stadium de Vitrolles, Marsella, 7 de julio
La contemplación de un mundo convulso, incómodo, profundamente asimétrico e inestable ha obligado a recuperar viejas preguntas: la necesidad del arte, su capacidad para explicar lo que sucede y la posibilidad de que la creación artística adquiera una posición comprometida ante cuestiones inmediatas en relación ... con el cambio climático, el sexismo o las muestras racistas.
La Bienal de Venecia, Documenta y otros tantos museos dispuestos a reargumentar sus fondos tratan de implicarse en el fenómeno. También lo asume alguna propuesta musical, más exactamente en relación con el teatro musical, tal y como sucede en Aix-en-Provence. Su director, Pierre Audi, señala varias etiquetas que de manera transversal atraviesan la programación de 2022: vislumbrar la utopía, entrever el paraíso, adivinar la luz más allá de una situación de catástrofe que con tanta cercanía se vive en esta zona en la que se palpa el éxodo, la odisea y los cruces culturales. De forma explícita —y así lo dice— la actual edición aborda las realidades socioeconómicas y medioambientales del Mediterráneo. El Festival de Aix-en-Provence, bajo la dirección de Audi, ha añadido a la voluntad del descubrimiento la actitud activa que reclama un mundo amenazado y amenazador.
Hay aciertos indudables con una primera parada en el espectáculo 'Résurrection', encabezado en el cartel por el director teatral Romeo Castellucci y el musical Esa-Pekka Salonen, artífices de un proyecto que atrapa al espectador, le agita con una contundencia desatada y acaba por abandonarle en una suerte de desasosiego. La conjunción de elementos es vital: desde el apoyo musical, centrado en la monumental segunda sinfonía de Gustav Mahler, al entorno, devastado, estéril en el que se encuentra el ruinoso y oscuro Stadium de Vitrolles.
Desolación
La historia del edificio asume todas las variantes del frívolo despropósito urbanístico que azotó Europa occidental en los noventa. Diseñado por el arquitecto provenzal Rudy Ricciotti, apenas fue utilizado cuatro años, hasta 1998, cuando los partidos de balonmano y los conciertos multitudinarios dejaron paso a la desolación. En medio del paisaje provenzal, cercano a la autovía que une el aeropuerto de Marsella y Aix-en-Provence, el estadio se levantó sobre los restos de un antiguo vertedero industrial de barro rojo como escombro de las minas de bauxita que desde 1822 explotaba el material para la fabricación de aluminio. La amabilidad del entorno visible en kilómetros a la redonda adquiere aquí una estricta incomodidad: el sol implacable, el viento desértico en las últimas horas del día, la presencia intimidatoria de un edificio cuya negritud se desfigura con grafitis multicolores, reciben al espectador, que aún tiene la posibilidad de tomar una copa de champán, antes de entrar en un 'escape room' de insospechadas consecuencias.
Castellucci ha dado con 'Résurrection' un giro radical a otras propuestas previas
Castellucci ha dado con 'Résurrection' un giro radical a otras propuestas previas. Cercano a la conceptualización del espectáculo, el mundo de la ópera recuerda su 'Don Giovanni' y la inquietante 'Salomé' en Salzburgo, así como el 'Moses und Aron' que llegó a verse en el Teatro Real de Madrid o el 'Tannhaüser' en Múnich… En todos los casos, provocando un desconcierto que en el ámbito teatral, mucho menos apegado al código y a la falsa preservación de supuestos valores imperecederos que el de la ópera, ha aplaudido sin condiciones.
La presencia de Castellucci en el último Festival de Otoño de Madrid con 'Bros', escenificación sobre la ley y el orden a cargo de actores no profesionales, llamó la atención de un público muy joven y definitivamente desinhibido. Salvando la cuestión generacional, merece la pena fijarse en Aix-en-Provence y en el éxito que aquí han tenido propuestas que en otros lugares ni se plantean, como la escenificación del 'Réquiem' de Mozart que Castellucci estrenó hace dos años en colaboración con Raphaël Pichon y el ensemble Pygmalion (luego visto en el Palau de les Arts de Valencia), en donde, de manera deslumbrante, afrontó el problema de la desolación, huyendo de la evidencia y reclamando una aptitud activa. 'Résurrection' camina desde ahí, pero ahora sin dar opción a otras divagaciones gracias a una formalización que se funde sin solución de continuidad con el aspecto vandálico del Stadium de Vitrolles.
Tierra negra
Ante el espectador se muestra una enorme extensión de tierra negra, más allá del foso en el que se encuentra el Coro y la Orquesta de París. Un caballo blanco aparece por una de las dos compuertas que se abren al fondo dejando ver el paisaje. Recorre la escena, husmea, deja al descubierto un resto que poco después su dueña va a identificar como humano. La orquesta ataca el comienzo de la sinfonía, y desde el caos inicial se prolonga en el 'rito de muerte' descrito por Mahler. Él mismo negó más tarde cualquier relación programática de la obra, aunque ha sobrevivido con éxito un argumento plagado de dudas sobre lo mortal, el futuro, que añade momentos de vida, juventud y transparencia previos al juicio final y a la salvación sin condiciones.
La versión de Salonen es brutalmente contundente, apoyada en una estupenda amplificación. Por sí misma bastaría para colocar al oyente en una dimensión insospechada aunque hay algo definitivo: la contemplación de una enorme fosa común de la que varios trabajadores de UNHCR (L'agence des Nations Unies pour les réfugiés) van a ir extrayendo los cadáveres uno a uno, identificándolos, colocándolos sobre sacos blancos, introduciéndolos en grandes furgonetas… y retirándolos hacia un destino digno. El proceso es lento y camina al ritmo de la música que persiste en los cuatro primeros movimientos con la apariencia de un fondo sonoro paralelo. Pero una escucha atenta descubre que los puntos de fusión son más profundos de lo que pudiera parecer. Se adivina cuando se respetan los cinco minutos de silencio que Mahler prescribió después del primer movimiento, cuando en el tercero se muestra otra fosa repleta de cadáveres, cuando la escena se congela al escuchar por primera vez la voz de la mezzo Marianne Crebassa, cuando todos los trabajadores se retiran para contemplar el escenario y comienza el quinto movimiento.
Depuración
Castellucci ha llevado 'Résurrection' a un grado de depuración extremo. Si durante la obra cabe preguntarse cuál es el destino de ese espectáculo dantesco en el que no se intuye el fin, poco a poco aparecen las respuestas. La primera ante el movimiento final de la obra, que comienza cuando los trabajos de exhumación han concluido, cuando se ha conseguido retirar a esa solitaria trabajadora que desesperada sigue obsesionada en seguir excavando con sus propias manos a la búsqueda de nada.
La música es entonces la única acción de la obra, en una casi oscuridad, con la orquesta externa sonando desde atrás, con el coro refinando hasta lo imposible su entrada en pianísimo
La música es entonces la única acción de la obra, en una casi oscuridad, con la orquesta externa sonando desde atrás, con el coro refinando hasta lo imposible su entrada en pianísimo, y con el añadido de la soprano Golda Schutz antes de la ascensión hacía el luminoso final: orquesta, campanas, el pedal del órgano apoyan como gesto definitivo la lluvia que cae ahora sobre el inmenso escenario. ¿Una forma de resurrección?
Se ha explicado que la guerra de Ucrania comenzó cuando el espectáculo ya estaba configurado. Su llegada tan solo ha venido a resaltar la necesidad de proseguir. Ucrania ha colocado al espectador occidental ante la paradoja de contemplar una guerra sin sangre, cuyas imágenes tal y como se muestran en televisión, están filtradas por la censura del escrúpulo que impide enseñar algo que no sea higiénicamente puro y pueda ofender superando el relato de la catástrofe.
Y Castellucci, a través de Mahler, pone delante de los ojos de aquellos que se acercan al Stadium de Vitroles lo que se sabe pero apenas se vio. El sentido hiperrealista de la realización es una contestación inequívoca a tantas dudas sobre la necesidad contemporánea del arte y responde contundentemente a la zozobra actual. Cerca, había dos espectadores que comenzaron riéndose abiertamente de todo lo que se mostraba, quizá porque preferían entretenerse descubriendo el truco de la escenografía y recrearse en grimosa articulación de los muñecos de goma que se desenterraban. Al acabar, permanecieron sentados en sus butacas, cuando ya los aplausos habían concluido y a punto de los espectadores abandonaran el estadio. Uno al lado del otro. En silencio. Sin dejar de mirar la tierra baldía. El miércoles 13, 'Résurrection' puede verse a través del canal Arte.
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