Eduard Fernández: «No siento que tenga que curar una herida a través del teatro»

El actor estrena mañana en Valladolid la obra 'Todas las canciones de amor', en la que recuerda a su madre, fallecida durante la pandemia

Eduard Fernández, durante la entrevista Isabel Permuy

Eduard Fernández tiene, a los pies de la casa donde vive en Madrid, el remanso verde y gris del Parque del Oeste, un oasis de quietud en la desenfrenada realidad de la capital. Algo de ese sosiego parece haberle contagiado... al menos en apariencia, ... porque no duda en reconocer, mientras enlaza un cigarrillo tras otro, sin terminar ninguno, que está 'cagado' ante el inminente estreno de su nuevo proyecto teatral: 'Todas las canciones de amor', un monólogo del argentino Santiago Loza que, con dirección de Andrés Lima, verá la luz mañana en el Teatro Calderón de Valladolid. El montaje llegará el día 27 a los Teatros del Canal de Madrid y emprenderá su gira por toda España. No es una obra más. Es una despedida, un homenaje a su madre, fallecida en Barcelona durante la pandemia, y a la que el actor (que de algún modo la interpreta en escena) no pudo decir adiós.

Hacía cinco años que no se subía a un escenario.

Lo último que hice fue 'Panorama desde un puente', de Arthur Miller... ¿Hace ya cinco años? Pues sí, desde entonces no me subo al escenario. ¡Qué respeto me da! ¡Y qué vertigo!

¿Hacer teatro es una necesidad?

Sí. Como actor supone una disciplina, ponerse a prueba... No lo hago por eso; lo hago por ganas, la verdad. Ahora, a medida que se acerca el estreno, uno saldría corriendo en dirección contraria, cosa que también es propia del oficio. No es una frase, es real, por mucho que te digan que es normal estar así. Será todo lo normal que quieras, pero de verdad que saldría corriendo. Son dos sensaciones contradictorias.

¿Concibe un actor que no haga teatro?

Sí, sí. Hay actores muy buenos que no hacen teatro y no pasa nada. Hace muchos años que acepto pulpo como animal de compañía. Por tanto, acepto todo.

Eduard Fernández, en 'Todas las canciones de amor' Laura Ortega

'Todas las canciones de amor' es para usted más que una obra de teatro...

Hay mucho de personal y emocional dentro, con lo cual el vértigo es mayor en ese sentido. Por respeto a mi madre. Luego uno lo piensa y tiene que relativizarlo; pensar que si no lo haces tan bien como quisieras tampoco pasa nada. Lo que ocurre es que cuando estás ahí encima, en el escenario, quieres estar en plenitud. Y ahora estoy justo ahí. Antes de estrenar hay una especie de movimiento interno, con las piezas colocándose... Y hay que pasar ese proceso para que ocurra algo.

Y venimos los periodistas a estorbar. A veces me siento un intruso...

Y de alguna manera lo es... Pero no, estorbar no... Con los años aprendes que el día tiene muchas horas y hay tiempo para todo. Es verdad que estoy en un momento delicado y he de pensar que aunque haga entrevistas no tengo que salir de ese lugar frágil en el que estoy.

¿Así se siente, frágil?

Sí. Este personaje es frágil también. Es un viaje a la muerte, a la nada y al todo, a la luz, a la oscuridad... Es el viaje de esta mujer que se está yendo del mundo, que va perdiendo la memoria, la noción de las cosas, que tiene muchos blancos. «No sé qué me pasa...» -adelgaza la voz y entra en el personaje-.

'Tenia ganas de hacer un monólogo. No me pregunte por qué, aunque su oficio sea preguntar. Supongo que por trayectoria personal y profesional

¿Y por qué decide hacerla?

Pues no lo sé. Yo tenía ganas de hacer un monólogo. No me pregunte por qué, aunque su oficio sea preguntar. Supongo que por trayectoria personal y profesional. Después, cuando te enfrentas a él, piensas si no sería mejor hacer una obra de dos o tres, porque estás solo... -ríe- Pero sí, me apetecía... No es probarme, no. Es estar ahí, solo, a ver qué pasa. Algo muy esencial. Profesionalmente me apetece... Y coincidió que vi una obra de Santiago Loza en Buenos Aires, interpretada por Luis Machín... Ahora pienso: que suba Luis Machín, por Dios, que lo hará muy bien. Luego murió mi madre y se juntó una cosa con la otra; yo estaba aquí cuando murió mi madre, durante la pandemia, y no pude ir a Barcelona a despedirme. Tiene algo de despedida de ella, sí. Pero es mejor no cargar mucho las tintas en lo emocional en ese sentido, sino coger la medida justa para poder actuar.

¿Ese es el mayor reto, mantener a raya el exceso de emoción?

Sí, y yo creo que eso estará, que tengo edad y profesión encima, tablas, como para medir esa emoción y que no me desborde, porque tampoco es bueno. Creo que eso estará; es una de las cosas que hay que medir. Ya se lo contaré. Pero en principio creo que sí.

¿Santiago Loza ha adaptado el texto para este montaje?

Ha añadido alguna cosa, vivencias propias mías, porque el personaje es una mujer que habla mucho de su hijo. Hay cosas que se asemejan mucho a la relación mía con mi madre... Es un texto ya escrito; el hijo es gay, y yo no lo soy. Pero la relación, lo más importante y lo más profundo, se parece mucho a la que yo tenía con mi madre, que era muy estrecha... para bien y para mal; muy simbiótica, diría un psicólogo. He cambiado el nombre del personaje del hijo, que se llama Eduardo; el del marido, que se llama Jesús, como mi padre, y pinta -eso lo ha añadido el autor-, y sale algún cuadro de mi padre. Es una mujer que tiene un amor desmedido por su hijo... Hay otras cosas que hemos añadido; tiene los pies planos, que le costó andar, que se hacía pis hasta muy mayor, que era muy sensible, que era muy frágil... Todo eso está añadido. De alguna manera estoy hablando de mí a través de esta mujer a la que interpreto. Creo que la mezcla es bonita. Hay un momento, hacia el final, que dice: «En este momento, Eduardo estará pensando en mí»... Y es bonito, porque es lo que ocurre realmente.

Muchos actores -y autores- hablan del valor terapéutico del teatro...

-No, yo tengo bien colocado lo de mi madre. Sí hay algo de hacerle un último homenaje, ya que no la pude despedir, y la despido así. Pero no siento que tenga que curar una herida a través de esto. No creo, no sé si sería bueno. En todo caso, no lo siento así. Ahora hacemos mapas de todo y le ponemos palabras a todo. Terapéutico es vivir.

Una cosa es el pensamiento y otra el escenario. Hay que ver si funciona o no. Es todo muy frágil, muy sutil, muy inasible. Y todo nuestro esfuerzo es para lograr, que yo lo he logrado alguna vez, llegar a ese lugar particular en el que ves que todo fluye

Ha dicho que estaba asustado. ¿Qué es lo que más le asusta?

-No encontrar la forma, no encontrar... Es difícil nombrarlo... Lluís Pasqual siempre me decía que había que probar las cosas durante los ensayos... Quiero decir que una cosa es el pensamiento y otra el escenario. Hay que ver si funciona o no. Es todo muy frágil, muy sutil, muy inasible. Y todo nuestro esfuerzo es para lograr, que yo lo he logrado alguna vez, llegar a ese lugar particular en el que ves que todo fluye. Hay que lograr eso, que pasa o no pasa, y no sé nombrarlo mucho más.

Con los años y la categoría profesional que se alcanza, la responsabilidad crece, ¿no?

Yo procuro quitarme toda esa mierda y hacer lo que tengo que hacer. Es ya trabajo suficiente como para ponerse más peso encima. Es verdad que se están vendiendo muchas entradas y eso da un poco más de vértigo, pero a la vez, si sales y hay doce personas, te da un poco de bajón. A un actor le gusta tener el patio de butacas lleno. No sé cómo voy a gestionar todo eso, caballero, pero aquí estamos.

¿Alguna vez se ha arrepentido de dedicarse a esto?

¡No! Me he arrepentido de hacer tal o cual obra, o tal o cual película. Bueno, arrepentido no... Porque si la cuenta corriente está baja, hay que trabajar, y yo trabajo en esto. A veces sí dices: ¡qué pena! Yo tengo varias películas innombrables. No sé, me da la impresión de que una carrera inmaculada tiene algo de falsa.

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