'La discreta enamorada': Siempre es el amor

Lope dibuja a una mujer a años luz en ingenio e inteligencia a los hombres: es ella la que maneja los hilos a su antojo, y con agudeza, para conseguir, finalmente, su propósito

Lope de Vega rejuvenece

Una escena de 'La discreta enamorada' Sergio Parra

Crítica de teatro

La discreta enamorada

  • Texto Lope de Vega
  • Dirección Lluís Homar
  • Escenografía José Novoa
  • Iluminación Pilar Valdevira
  • Vestuario Deborah Macías
  • Composición musical Marc Servera
  • Intérpretes ñigo Arricibita, Xavi Caudevilla, Montse Diez, Cristina García, Ania Hernández, Nora Hernández, Antonio Hernández Fimia, Lluís Homar, Pascual Laborda, Cristina Marín-Miró, Felipe Muñoz, Miriam Queba, María Rasco y Marc Servera
  • Lugar Teatro de la Comedia, Madrid

La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico es uno de los más plausibles y fecundos proyectos de la escena española de los últimos años. Lluís Homar, responsable de la CNTC, la ha puesto de nuevo en marcha después de narcotizarla de alguna manera, ... y ha elegido para ello uno de los títulos señeros de Lope de Vega: 'La discreta enamorada' -una obra sobre la que se basa una cumbre de nuestra zarzuela, 'Doña Francisquita'-. Se trata de una comedia en torno al amor deliciosa -«Siempre es el amor»-, con una magnífica versificación, un divertido e ingenioso enredo, una construcción dramática impecable y unos brillantes personajes; especialmente la astuta protagonista, Fenisa, en la que, marca de la casa, Lope dibuja a una mujer a años luz en ingenio e inteligencia a los hombres: es ella la que maneja los hilos a su antojo, y con agudeza, para conseguir, finalmente, su propósito y, de paso, tomar las riendas de su vida y arrebatárselas a su madre.

Lluís Homar asume tanto la dirección del espectáculo como la interpretación de uno de los dos personajes 'adultos' de la función: el capitán Bernardo. Como actor, firma un magnífico trabajo -como es de esperar-; impone su calidad y su jerarquía, y suyos son los mejores momentos de la función en el aspecto actoral (hay mucha desigualdad entre los doce miembros de la compañía, y a alguno de ellos les resta mucho trabajo por hacer).

Como director, Homar ha dibujado una puesta en escena atractiva y entretenida, optimista y colorista, que engancha de manera inmediata con el espectador (algo no tan habitual en el repertorio clásico) y que pone el centro en Lope y en sus palabras (cuidadas, como siempre, por Vicente Fuentes). Le sobra cierto batiburrillo escénico, que se crea especialmente cuando se unen en el escenario actores y técnicos.

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