'El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar': una pequeña maravilla

Crítica de teatro

Teatro en su más alta dimensión, obra de culto, todo en ella está a la altura de esos textos con los que escribir las complejidades del alma humana en este siglo XXI

'El principio de Arquímedes', ¿un gesto de ternura o un gesto peligroso?

Pere Arquillué, en un momento de la obra FELIPE MENA

Diego Doncel

08/02/2024 a las 19:06h.

Texto Josep Maria Miró
Traducción al castellano Eva Vallines
Dirección, iluminación, escenografía y composición musical Xavier Albertí
Intérprete Pere Arquillué
Lugar Teatro de La Abadía, Madrid

Un texto y un actor bastan para poner en marcha la maquinaria de todo un mundo. Un mundo de vidas trágicas, deseos al margen y corazones solitarios que Pere Arquillué levanta en La Abadía hasta convertirlo en un fascinante ritual de violencia, en ... un memorable drama en gente de extraordinaria densidad e intensidad.

Desde una descarnada desnudez escenográfica, valiéndose de un foco y de un juego lumínico tan absolutamente simple como significativo, inmóvil y vestido de calle, Arquillué levanta en un metro cuadrado de escenario un relato de voces, de perspectivas, de biografías tan perturbador como estremecedor. Arquillué pone en marcha una interpretación tan medida como explosiva, de un dramatismo más vocal que gestual, todo para expresar el prodigio del texto de Josep Maria Miró, su indagación en el pantanoso concepto de verdad, sus juegos con un tiempo presente lleno de las dobleces y los secretos del pasado, la indagación en esas vidas aparentemente en sordina que se confiesan y que amplían infinitamente la historia cuando hacen estallar la pólvora de sus intimidades delante del espectador.

En 'El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar', Miró escribe el cubo Rubik que hay detrás de las mutilaciones y la muerte del joven Albert, del suicidio de Ramis, su padre, y construye todo un thriller existencial para pintar el haz y el envés de unos personajes que se precipitan al agujero negro de los placeres prohibidos. Todo aquí tiene la grandeza enigmática de Koltés o de David Lynch: el pueblo y su letanía de lugar idílico que, sin embargo, está lleno de monstruos; la rotonda donde lo monstruoso es una versión de la libertad, las pelucas rosas, los labios pintados y los cuerpos que se buscan, aunque sea oscuramente. Arquillué expresa toda esta trama de deseos que quieren ir más allá de las corrupciones y estrecheces morales desde un monólogo hipnótico, desde un trabajo apabullante y de gran valía, haciendo que su voz se desdoble en esas otras voces que nos darán, utilizando el recurso del 'roshomon', las teselas con las que podemos componer el mosaico que hay detrás de todo este juego de máscaras.

Teatro en su más alta dimensión, obra de culto, todo en ella está a la altura de esos textos con los que escribir las complejidades del alma humana en este siglo XXI. Una pequeña maravilla de tanta maestría como emoción, una forma de desafiar la gravedad de la vida cotidiana haciendo coincidir la tragedia con la belleza, el vuelo del demonio con el aleteo de unos ángeles que caen.