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ABC Cultural

'Los chicos del coro', la emoción de la sencillez

Crítica de Teatro Musical

Barratier le dio el protagonismo de su historia a un buen hombre, a un perdedor; en definitiva, a un antihéroe con el que es muy sencillo empatizar.

Una imagen de 'Los chicos del coro' Isabel Permuy
Julio Bravo

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Las buenas historias funcionan siempre, da igual el formato en el que se presenten -cine, televisión, teatro...-; la clave es saber contarlas. 'Los chicos del coro', una película que obtuvo un desbordante éxito en su estreno hace casi dos décadas cuenta una buena historia; muy sencilla, muy directa, muy franca, pero llena de sensibilidad y de emoción, de valores eternos, de esperanza, y con un importante protagonismo de la música, que se presenta como un elemento profundamente transformador.

Era lógico, por tanto, que en esta época en la que se convierte en musical casi cualquier cosa -hasta el abuso-, lo hiciera también la historia creada por Christophe Barratier, en la que un profesor recién llegado a un internado de niños problemáticos, consigue contagiarles su amor a la música y cambiar con ello sus vidas.

Barratier le dio el protagonismo de su historia -no en vano situada en la Francia de los años posteriores a la II Guerra Mundial- a un buen hombre, a un perdedor; en definitiva, a un antihéroe con el que es muy sencillo empatizar. Enfrente, el director del internado, Rachin, un amargado educador para el que el castigo es la única solución a todo. Pedro Víllora ha hecho una versión impecable de la historia, contada con la sencillez que precisa.

La sensibilidad de Juan Luis Iborra hace el resto: maneja con exactitud el ritmo del espectáculo y a los niños, algo siempre complicado, y no rehúye el sentimentalismo. Risas y lágrimas comparten protagonismo en este emocionante musical, que tiene precisamente en su música -donde solo destaca la canción titular creada por Bruno Colais para la película- su elemento más flojo.

Enrique del Portal (ante la ausencia por enfermedad de Jesús Castejón) asume el papel protagonista; lo hace con reposo, con dulzura y su excelente voz. Rafael Castejón es un magnífico antagonista, y el resto del reparto presta su oficio a los demás personajes. Los quince niños muestran su desparpajo y hacen con disciplina y estupenda voz lo que se les pide.

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