'El beso de la mujer araña', sexualidad y revolución en las paredes de una celda
Se estrena en Avilés una producción de la obra de Manuel Puig dirigida por Carlota Ferrer e interpretada por Eusebio Poncela e Igor Yebra

Dos hombres, Valentín y Molina, comparten celda. Están allí por motivos muy diferentes. El primero ha sido encerrado por motivos políticos; es un revolucionario con el afán de cambiar el mundo. Molina, una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre, fue encarcelado por ... seducir a un menor.
Valentín y Molina son los dos personajes de 'El beso de la mujer araña', un texto ya clásico del escritor argentino Manuel Puig (1932-1990), que sube de nuevo a escena en versión de Diego Sabanés, dirigido por Carlota Ferrer e interpretado por Eusebio Poncela e Igor Yebra. El montaje ve la luz hoy viernes, en el teatro Palacio Valdés de la localidad asturiana de Avilés; del 2 al 4 de septiembre se podrá ver en el teatro Principal de San Sebastián, y entre el 7 de septiembre y el 16 de octubre se presentará en el teatro Bellas Artes de Madrid.
«Es una historia prohibida que saca a la luz la necesidad de amar del ser humano -explica el dramaturgo José Manuel Mora, colaborador habitual de Carlota Ferrer-. Valentín y Molina durante su encierro son compañeros de un viaje existencial, un viaje de liberación».
Igor Yebra, un veterano bailarín que vela sus primeras armas como actor, asegura que «'El beso de la mujer araña' es un texto muy vigente -se publicó como novela en 1976 y cinco años después subió a escena, adaptada por el propio Puig-. Se trata de un viaje emocional entre dos personas muy opuestas, pero que finalmente encuentran entre ellas puntos en común. Mi personaje, Valentín, es un revolucionario que quiere cambiar el mundo; originalmente es un comunista, pero en esta versión se ha eliminado la vinculación política, porque lo importante en él es su deseo de cambiar las cosas. Y el personaje de Eusebio, Molina, es un hombre que se siente mujer encerrada en el cuerpo de un hombre. Eso está a día de hoy muy presente en nuestra sociedad, en el discurso, y dentro de setenta u ochenta años seguirá estándolo seguramente, porque finalmente son sentimientos del ser humano».
No es este, añade Yebra, un montaje 'clásico' de la obra. «En él se rinde homenaje al pensamiento de Manuel Puig, que fue denigrado por sus coetános. En las nueve escenas de que consta pasa de todo y nos obliga a hacer un viaje brutal; no hay un minuto de tregua.
El cine, la fantasía, son las armas con las que Molina intenta confrontar la realidad. Valentín, por su parte, «cree tener las cosas muy claras con respecto a la revolución -explica Yebra-, pero con el encierro y las torturas a las que es sometido empiezan a surgirle las dudas, generadas también por el trato con Molina; el amor, la sexualidad, se introduce en sus pensamientos. Por muy fuerte que uno sea, cuando estamos en situación límite puede pasar de todo. De todos modos, cada uno persigue un objetivo, que consiguen y pierden después. Es la historia de dos perdedores maravillosos».
Y es que todos los seres humanos somos muy parecidos y al tiempo muy diferentes. «Como decían autores como Dostoievski, todos llevamos dentro ángeles y demonios. Sacarlos depende de uno mismo y de sus circunstancias, aunque yo creo que la decisión final la tomamos nosotros». Y es que, concluye Igor Yebra, «todo en esta vida es relativo salvo, paradójicamente, que la vida es el instante que estamos viviendo, el presente. Cuando seamos conscientes de ello, disfrutaremos más de la vida».
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