«Beaumarchais fue un granuja insolente, pero un autor genial»
Josep Maria Flotats lleva al Español la obra de Sacha Guitry sobre el dramaturgo
JULIO BRAVO
Hablar con Josep Maria Flotats es hacerlo con un hombre profundamente enamorado del teatro, a quien la pasión —tamizada siempre detrás de una exquisita contención— se le escapa por una mirada inequívocamente ilusionada. El jueves se estrena en el teatro Español su nuevo proyecto, «Beaumarchais», ... una obra del francés Sacha Guitry escrita en 1950 que nunca llegó a ver la luz. El propio Flotats encabeza el extenso reparto, compuesto por una treintena de actores entre los que figuran María Adánez, Raúl Arévalo, Ramón Barea, Pedro Casablanc, Carmen Conesa y Constantino Romero. «Antes de ensayar yo ya había trabajado mi partitura personal», dice Flotats, al que acompaña, en la parte creativa, un virtuoso trío: Ezio Frigerio (escenografía), Franca Squarciapino (vestuario) y Vinicio Cheli (iluminación).
—¿Cómo conoció la obra?
—Leí el texto hace unos quince años, y siempre pensé que había que hacerla en un teatro público. Yo quería además montarla con Frigerio, Franca y Vinicio. Mario Gas quería que yo hiciera algo en el Español, y yo le propuse este proyecto; me dijo que sí y a partir de ahí fue ponerle hilo a la aguja y empezar a trabajar.
—¿Qué le atrajo más: el personaje, la historia, el texto?
—El texto de Sacha Guitry, cómo cuenta la biografía de Beaumarchais, un personaje por otra parte fascinante. «El barbero de Sevilla» y «Las bodas de Fígaro» son dos obras de peso en la historia del teatro. Me fascinan también las obras en las que el arte cita al arte, que son teatro dentro del teatro. Y me fascina Sacha Guitry, a quien la crítica considera el Molière del siglo XX; y cómo dentro del género comedia cuenta cosas de peso, pero siempre con ironía, humor y distancia... Y a ser posible con una copa de champán. Guitry hace un homenaje a Beaumarchais, pero al mismo tiempo está contando su propia vida y su propia carrera, porque hay paralelismos entre uno y otro. Es la obra de un grande que rinde homenaje a otro grande. Y pensé que yo no iba a ser Beaumarchais, sino Sacha Guitry que interpreta a Beaumarchais. Es como el juego de las matrioskas rusas.
—¿Cómo es dirigir a un reparto de treinta y dos actores?
—Es prácticamente como dirigir una ópera, y cambia los esquemas. Pasar de dos actores, como éramos en «Descartes», a treinta y dos, es brutal. Pero tenía ganas de hacer un ejercicio de estilo y dirigir a más actores. La responsabilidad siempre es la misma, aunque hay más trabajo, claro.
—En un reparto tan amplio los actores han de estar muy afinados...
—Es un equipo muy bello y con mucha disponibilidad y muchas ganas. Hemos hecho un grupo que me recuerda a compañías en las que tuve el placer de conocer, como la Comédie de L'Est o el Théâtre National Populaire, de París; hay un clima de camaradería real y de generosidad.
—¿Cómo es el personaje de Beaumarchais?
—Es ágil, rápido, brillante... Es un espadachín, un negociante. Fue negrero, un hombre de una gran inteligencia... Fue también espía personal de Luis XV. Es un granuja, un insolente, pero que triunfa en todo lo que hace, y un genio escribiendo. Tenía cuarenta barcos de su propiedad —era el Onassis de su época—, y fue quien convenció a Luis XV para que apoyara la independencia de Estados Unidos porque el enemigo de Francia era Inglaterra. Históricamente es un personaje apasionante.
—Pero a Beaumarchais apenas se le representa. ¿Le perjudicaron Mozart y Rossini con sus óperas?
—No lo creo. En Francia —y algo también en el mundo anglosajón— no se le ha dejado de representar nunca, aunque es cierto que aquí no se dan sus obras.
—¿Por qué cree que nunca se estrenó esta obra?
—Guitry no pudo montarla y en vida no cedía los derechos de sus obras a nadie. Él murió en 1957 y en los años sesenta el estilo de los teatros públicos en Francia era más bien Sartre, Brecht... Otro estilo de teatro, y Sacha Guitry sufrió un purgatorio.
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