Armas y almas de Arthur Miller

De eso va 'Tots eren fills meus' (1947) el primer éxito del dramaturgo neoyorquino. David Selvas recupera la historia de las familias Keller y Deever para que las nuevas generaciones reconozcan su condición de obra clásica. Joe Keller es el empresario enriquecido gracias a la producción de armamento en la Segunda Guerra Mundial que pretende encarnar el mito del «self made man».

Sobre Joe pesa todavía, aunque él intente disimularlo, la acusación de haber despachado piezas defectuosas que provocaron la caída de una veintena de aviones: él se libró de la prisión que recayó sobre su socio, Steve Deever. Sobre Joe penden dos espadas de Damocles: las muertes por las que no respondió y un hijo desaparecido que su esposa, aferrada a la astrología, quiere pensar que un día volverá.

Acierta Selvas al renunciar a las ocurrencias «relectoras»: su dramaturgia tradicional subraya la vigencia del texto de Miller. Con su amplitud de registro actoral Jordi Bosch traza todos los matices emocionales de ese Joe Keller que reivindica la capacidad de hacer dinero y olvida las circunstancias en que se hizo ese dinero. Emma Vilarasau es la atribulada Kate, esposa y madre que conjuga verdades y mentiras en noches insomnes. Eduardo Lloveras compone un convincente Chris Keller, el hijo que ha de heredar la fábrica y aspira a casarse con Anne -solvente Claudia Benito-, novia del hermano desaparecido e hija del condenado George Deever.

Armas y almas de Miller. El arma chejoviana del árbol tronchado simboliza la quiebra familiar; el alma ibseniana, que remite a 'El pato salvaje', la mala conciencia que culminará en trágica catarsis. Como en sus obras posteriores, recordemos 'Muerte de un viajante', la insoportable gravedad del remordimiento acaba aplastando esa impostada armonía que no consigue atajar el virus persistente de la memoria.