«Y la casa crecía»: la ambición como condena
El teatro María Guerrero ha estrenado esta obra de Jesús Campos
JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN
Comedia con ecos de Jardiel y el primer Mihura , parábola crítica sobre los peligros del desorbitado crecimiento económico, farsa social sobre la realidad y las apariencias, fábula costumbrista sobre las ambiciones convertidas en condena, surreal desparrame que mezcla ecos de ... Ionesco y misterios sacros… « Y la casa crecía » baraja todo a ese torrente de referencias en progresivo crescendo como vigas de una curiosísima pieza en la que Jesús Campos va inflando una idea bastante original hasta llegar a los límites del estallido en un final tan sorprendente como delirante.
«Y la casa crecía» (***) Texto, dirección y escenografía: Jesús Campos García. Iluminación: Juan Gómez-Cornejo. Vestuario: María Luisa Engel. Intérpretes: Juan Carlos Talavera, Ana Cerdeiriña, Ana Marzoa, Fernando Albizu, Miguel Palenzuela, Luis Hostalot, Samuel Viyuela González, Marilyn Torres, José Ramón Arredondo y Juan Matute. Teatro María Guerrero. Madrid.
Una pareja visita un palacete suntuosamente decorado que se alquila y, aunque el caserón parece por encima de sus posibilidades, la cuota mensual es sorprendentemente barata; su propietaria, una señora viuda que quiere abandonar cuanto antes ese lugar donde fue feliz sólo les pone una condición, que se ocupen de la limpieza y el mantenimiento de la mansión. Ambos aceptan encantados vivir en tan singular entorno y, poco a poco, la tarea encomendada se convierte en una ocupación obsesiva e inacabable pues, literalmente, la casa empieza a crecer a lo ancho y a lo alto y las habitaciones, llenas de riquísimos objetos, se multiplican. Las sucesivas visitas del fantasma del marido muerto, el administrador, el hijo y heredero del matrimonio y la policía van añadiendo complejidad a un argumento con las costuras a punto de estallar.
Campos dirige con amenidad su invento sobre una vistosa escenografía a todo lujo salida también de su magín, transitando del humor costumbrista codornicesco a la ironía surrealista y desembocando en el disparate sarcástico. Un espectáculo divertido y desigual, con el vestuario de María Luisa Engel a tono con la escenografía y unas eficaces interpretaciones afinadas en tono de farsa. Da gusto volver a ver a Ana Marzoa sobre las tablas en el papel de la señora y la bien modulada composición de Juan Carlos Talavera junto a Ana Cerdeiriña como la pareja esclava de la casa; estupenda también la asistenta cubana que encarna con brillantez Marilyn Torres.
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