Veinticinco años sin Margot Fonteyn, la dama británica de la danza

Anthony Dowell , durante años director del Royal Ballet en el que Margot Fonteyn brilló, dijo al morir la bailarina que había sido «la luz que guió y sentó ejemplo para generaciones de bailarines: era la profesión total, una verdadera estrella llena de "glamour" dentro y fuera del escenario». Ninette de Valois , la que fuera la mentora de la artista, dijo que «el espíritu de Margot Fonteyn ha sido la inspiración del panorama de la danza británico desde hace muchos años».

No es extraño que a partir de ese 21 de febrero de 1991 el mundo del ballet fuera «mucho más pobre». Margot Fonteyn había simbolizado muchos de los valores de la danza clásica: elegancia, disciplina, señorío, poesía, delicadeza... Fue la bailarina de la eterna sonrisa gentil. Un cáncer generalizado le causó la muerte en Panamá, adonde la había llevado su amor por el diplomático Roberto Arias -fallecido dos años antes que ella-, y donde vivía con miedo a envejecer. «Si una vive demasiado -decía-, se queda sin amigos y sin dinero».

Margaret Hookham -su nombre real- había nacido el 18 de mayo de 1819 en la localidad británica de Reigate , en el condado de Surrey, al sur del País. El trabajo de su padre llevó a la futura bailarina a Estados Unidos y China, donde continuó los estudios de ballet que había comenzado en Gran Bretaña con Grace Bosustow .

De vuelta a su país natal, en 1934 ingresó en la escuela de la Sadler's Wells . Tan solo tres meses después, debutó en el ballet «Cascanueces». No tardó ni un año en llegar su primer papel protagonista: «El beso del hada», una coreografía de Frederick Ashton sobre música de Igor Stravinski .

Poco tiempo después ingresaría en el Royal Ballet, la compañía en la que desarrolló prácticamente toda su carrera. Alli interpretó los grandes papeles del repertorio: « Giselle », la Princesa Aurora en « La bella durmiente », « Romeo y Julieta », u Odette/Odile en « El lago de los cisnes »; y fue la inspiración de coreógrafos como el propio Ashton.

En 1962, ya con 43 años (una edad, sobre todo en aquella época, muy elevada para una bailarina), su carrera tomaría un nuevo y espectacular rumbo. A ello contribuiría un joven y salvaje bailarín, recién desertado de la Unión Soviética, llamado Rudolf Nureyev . Ella le presentó en Gran Bretaña con el ballet «Giselle», pistoletazo de salida para una de las más luminosas y magnéticas parejas de la historia de la danza. Entre sus más sonados éxitos, el conseguido con « El lago de los cisnes » en Viena en 1964: tuvieron que salir a saludar ochenta y nueve veces.

Margot Fonteyn abandonó los escenarios en 1979, después de cuarenta y cinco años de carrera. Lo hizo con la obra « Salout d'amour », aunque posteriormente realizara apariciones esporádicas. El atentado que su madrido sufrió en 1964, que afectó a su médula espinal, y que le confinó en una silla de ruedas, tiene mucho que ver con su prolongada estancia sobre el escenario. Roberto Arias necesitaba un tratamiento muy caro , y ella era la principal fuente de ingresos de la familia.

A España vino en contadas ocasiones. En 1953 bailó, junto a distintos artistas del Royal Ballet, en el Festival de Granada , en el recién inaugurado escenario de los Jardines del Generalife . Volvió a Granada en 1968 junto a Rudolf Nureyev, y allí comenzó una gira que llevó a la pareja por distintos puntos de nuestro país.