La transformación del hombre-lobo en pleno día y en un café de Capbreton
E. RODRÍGUEZ MARCHANTE
La avinagrada polémica que precede el estreno de esta película -tal vez lógica, pues ETA es un cactus que no hay por dónde cogerlo sin pincharse-, no debería perturbar la singularidad del cine que propone siempre Jaime Rosales. «Tiro en la cabeza» ... se centra en un suceso escueto: unos etarras asesinan a dos jóvenes guardia civiles en Francia, y este hecho real lo relaciona el autor con una leve ficción que le precede.
La cámara de Rosales, tan impersonal, azarosa y «objetiva» como la de un Banco, nos muestra los dos primeros tercios de película a un personaje; no tiene interés aparente y lo sigue hasta hacérnoslo aburrido; no lo oímos (está lejos o al otro lado de los cristales), sólo lo vemos: es alguien confundido en el paisaje. Nota curiosa: este tramo de ficción está rodado como un documental.
Se llega, pesarosamente, a los hechos, a la «realidad», que está rodada, en cambio, como una ficción: un ojo se detiene en alguien; pasa; vuelve; reconstruye; recuerda..., ese ojo le ha contado al espectador todos los argumentos que antes calló: la persona disfrazada de normal se ha convertido en ese instante en una bestia asesina... Es la gran escena de la película, un instante de extracto de cine puro, y que le obliga al interés del espectador a tensarse como el lomo de un gato. La imagen en un plano elocuente de los dos jóvenes asesinados dentro del coche es el «editorial» de esta película. No hay otro: la alimaña se quitó su piel de cordero y dejó allí testimonio de su paso trágico. Volverá a ponerse el disfraz, tendrá un aspecto «humano», pero ya nos ha enseñado sus garras.
De ahí que el aviso de esta película seca y por momentos absurda sea absolutamente claro, definido, indudable, antibestia. Y lo sugiere Jaime Rosales al modo de sus anteriores películas, que también trataban de la transformación del hombre en lobo («Las horas del día») y del azar que reúne en un punto el terrorismo, la inocencia y la muerte («La soledad»).
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