Mujer de frontera

Mujer de frontera

No es mala idea darle a Tilda Swinton, una mujer que rezuma elegancia, el papel de una desastrada alcohólica que huye hacia adelante por un camino que ya quisiera parecerse al de la amargura. Entre trago y trago, Julia idea un plan sencillo (en apariencia), ... un Fargo sin esperanza en la búsqueda de un retiro que en ningún caso sería plácido. Su drama con niño recuerda al de la «Gloria» que clavaron Gena Rowlands y Cassavetes, y que Sharon Stone intentó emular a las órdenes de otro grande, Sidney Lumet. Como en sus modelos más o menos confesos, esta «mujer bajo la influencia» pasa del drama al thriller a lomos de su incompetencia social y cruza más fronteras de las que se puede permitir, lo que nos remite a otro de los episodios de «Babel», el que le valió a Adriana Barraza una merecidísima nominación al Oscar.

Con tanto antecedente, se hace necesario hablar también del director, Erick Zonca, quien nos estremeció hace una década con «La vida soñada delos ángeles», en la que Élodie Bouchez y Natacha Régnier ascendieron sin escalas al cielo de la interpretación. Si algo queda claro después de ver «Julia» es que Zonca necesita, como el protagonista de «El lado oscuro del corazón», mujeres que sepan volar... y desnudarse y desgarrarse y llevarnos en su viaje al infierno no de la mano, sino cogidos por las tripas, porque uno siente y presiente que la caída será terrorífica y no sabe si le responderán las fuerzas o si esas alas enormes que le salieron hace años a Tilda Swinton serán suficientes para sobrevivir a un mundo tan violento y a una cabeza tan desordenada. Porque el México que pinta el cineasta raya la xenofobia, por más verosímil que resulte. La panda de cuates que acompañan a la británica, liderados por Bruno Bichir, son tan buenos actores como pésimos embajadores, dentro de un reparto formidable de secundarios en el que destacan los caretos de Saul Rubinek y Jude Ciccolella, a quienes hemos visto en decenas de series y películas (se tarda menos en enumerar las que no hicieron) con un único y engañoso registro, el de la credibilidad.

Dicho todo esto, tampoco conviene subir acongojado a esta montaña rusa. Disfruten del viaje, que es más que interesante y no termina tan mal.

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