Laberinto de pasiones

Llevar «Pedro Páramo» a escena no es tarea sencilla. No lo es resumir sus páginas en un espectáculo, desprendiéndose de pedazos de maravillosa literatura, ni lo es encerrar ese complejo universo entre las cuatro «paredes» de un escenario.

Mario Gas -y su equipo, claro- lo ha conseguido. «Pedro Páramo», que se presenta en las recuperadas Naves del Español, es un magnífico espectáculo . (Paréntesis: alejar de las Naves el «gran teatro» para convertirlo en el hogar de disciplinas alternativas y, con contadas excepciones, muy minoritarias, fue un error imperdonable, aunque el público, afortunadamente, no ha perdido la memoria y ha vuelto a un espacio único en la escena europea). Sobre la base de una soberbia y admirable versión de Pau Miró , Gas levanta su puesta en escena, enmarcada en el mágico marco escenográfico de Brossa, Ariza, Luna y Orestes Gas. A ello hay que sumar la titánica interpretación -last, but not least- de Vicky Peña y Pablo Derqui ; éste es, sin duda, uno de los más grandes actores españoles de nuestros días, y posee una interminable y única paleta de matices, que hacen de su encarnación del protagonista un verdadero gozo para el espectador.

Con todo, la complejidad de la historia, donde el relato pesa tanto como la manera de contarlo hace que en el trayecto de la novela al escenario se pierdan algunos elementos que convierten «Pedro Páramo» en uno de los textos imprescindibles de nuestra literatura; y esto no resta a la función su magnetismo ni su capacidad de seducción.