Kathryn Bigelow trae a la Mostra lo que le faltaba: la guerra de Irak

Kathryn Bigelow trae a la Mostra lo que le faltaba: la guerra de Irak

E. RODRÍGUEZ MARCHANTE

ENVIADO ESPECIAL

VENECIA. La crisis aquí en la Mostra debe de ser de magnitudes zapaterianas, porque han llamado de urgencia a Adriano Celentano. Y llega Celentano con una película, «Yuppi Du», también de título zapateriano, y con Claudia Mori y Charlotte Rampling... ... Muy mal tiene que estar la cosa, porque ha salido por aquí una asociación de críticos «independientes» (¿independientes de quién?) que le va a dar un premio a Marco Muller, por ser como es. Así de bonito.

Y para colmo de colmos, llega la directora americana Kathryn Bigelow con una película sobre la guerra de Irak, «The hurt locker», en la que nadie se cisca en los soldados, ni en la guerra, ni en los Estados Unidos, ni siquiera en Bush... Es decir, completamente a contrapelo y sin contraplano, una película bélica que, no sólo es entretenida y de imparable acción e intriga, sino que encima la cámara sólo mira desde un lado: no hay contraplano iraquí, ni un solo resquicio por el que colar una idea o una razón de los de enfrente. En eso, al menos, no miente la californiana Bigelow: no tiene ni idea lo que ocurre en el otro lado, y no se lo inventa o lo manipula, como es lo habitual en las miradas «buenistas». Y el caso es que ha rodado desde donde rodó la suya Brian de Palma, «Redacted», a cierta distancia, en Jordania.

La historia se centra en una escuadra de artificieros que se encarga de ir desactivando las bombas que reparten los terroristas por la ciudad. Se salta de una operación a otra operación, y como Bigelow se preocupa de mostrártelos de cerca, de humanizarlos y de que te empapes bien de sus cosas, pues el espectador participa de la tensión de cortar el cable rojo, cortar el cable negro, mirar aquí y mirar allá. Porque en «The hurt locker» se está de parte de los soldados; o sea, vas con ellos... Está rodada con pericia y ritmo, y salen en ella -muy de pasada- Ralph Fiennes y Guy Pearce, y cuando termina sabes que no sabes nada nuevo sobre la guerra, y que, en principio, buena, lo que se dice buena, pues no va a ser... Nos cuenta, y será verdad, que hay tipos que se prestan voluntarios a ponerse un traje como de buzo y a acercarse hasta el maletero de un coche atiborrado de bombas, e intentan desactivarlas, a veces con éxito... Es gente rara, y muy bien podría haber usado su cámara para retratarlos así, raros, tarados, un peligro para ellos y los demás... Pero hace justo lo contrario: que te caigan bien. Supongo que habrá quien no se lo perdone a esta Bigelow.

Tres horas de «Tierra interior»

Otra película en competición de ayer tampoco tenía contraplano. Se titulaba «Gabbla» («Tierra interior», o algo así) y la dirigía el argelino Tariq Teguia. La primera hora se hubiera podido resumir en unos cuantos minutos y unas cuantas frases: uno mira, uno toma café, uno tiene una camisa y se la pone, uno anda pensativo trescientos metros... La segunda hora ya arroja alguna luz: uno es topógrafo, uno mide algo, un campo, uno habla con otro... Pasada la segunda hora, y adentrándose con buen paso en la tercera, uno conoce a otro personaje, una mujer, y la acción correrá hacia un tramo final como un perrillo por el parque. ¿Y el contraplano?... El contraplano es el público huyendo en masa sin enterarse siquiera de que el fulano era topógrafo. Y ahora la gran pregunta es si entre las intenciones de Celentano está la de cantarse algo junto a Claudia Mori; y si la suerte nos acompaña no estaremos ya aquí para saber la respuesta.

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