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Fantasmas a los pies de nuestra cama

Una escena de «Naufragios de Álvar Núñez» marcosGpunto

Diego Doncel

A Sanchis Sinisterra le gusta el diálogo, incluso el conflicto, entre realidad y ficción. Para él plantear el teatro como lo meramente documental o histórico es acotarlo, reducirlo y simplificarlo en exceso. Prefiere explorar, por el contrario, las posibilidades de lo real y las posibilidades de la realidad de la imaginación. «Naufragios de Álvar Núñez», por eso, no es una obra histórica; reflexiona sobre la historia, sobre sus mecanismos y sus mixtificaciones, pero abre caminos a otras posibilidades. Está el relato de aquella expedición por las tierras de Florida, aquella gesta del sinsentido, del hambre y de la locura entre el ulular de la selva y las tierras pantanosas. Pero también está el relato de una reflexión sobre la verdad, sobre la escritura y sobre todo de hasta qué punto la historia, esta historia de matanzas y crueldades coloniales, está presente entre nosotros. De esta forma establece un juego de espacios y de tiempos, une cabos entre aquel siglo XVI y este siglo XXI, y construye un Álvar Núñez contemporáneo lleno de fantasmas. Un personaje fascinante, contradictorio, a la altura del mito y de la crítica de la mitología que él mismo se creó.

La obra tiene una fuerza visual y conceptual de gran envergadura. La escenografía de Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán está en continua mutación entre un dormitorio conyugal de nuestros días y el lodazal de aquellas tierras extremas. Un territorio que es el lugar de un debate entre modos de vida, entre culturas y entre religiones. La vida, la cultura y la religión de los conquistadores dándose de bruces con las formas de vida de los conquistados.

La dirección, por ello, de Magüi Mira derrocha ingenio y sutileza a partes iguales. Y sabe extraer del texto de Sinisterra no solo el incidente fabulado, sino más bien la capacidad para mostrar aquello que hay de ilusorio, de verdadero y de enigmático en el acontecer histórico. En realidad no solo se inventa un espacio que es muchos espacios, sino que se explora un lenguaje corporal y vocal. Sus símbolos van desde el esperpéntico megacaballo del capitán Pánfilo Narváez hasta ese barro que ocupa gran parte del escenario.

El plano interpretativo raya también a gran altura, no solo dando vida a este grupo de peleles en lucha contra una naturaleza desbordante y cruel, sino también en las confusiones, fantasmagorías y amores del protagonista.

«Naufragios de Álvar Núñez» alcanza en este montaje la intensidad, la singularidad y la belleza del mejor Sanchis Sinisterra, también su poder corrosivo para reflexionar sobre nuestro presente. En los dormitorios de nuestra confortable sociedad se oyen las voces de la historia y de sus víctimas, la voz del otro.

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