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«Delicuescente Eva», un pacto con la mentira

Se estrena en el Teatro de La Abadía esta obra, con la que Javier Lara cierra su trilogía «Lo propio», y que dirige Carlota Gaviño

Natalia Huarte, en un momento de «Delicuescente Eva» Teatro de La Abadía
Julio Bravo

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Si el teatro fuera verbo, éste sería recordar, dice Javier Lara , autor e intérprete de « Delicuescente Eva », la obra que se acaba de estrenar en el Teatro de La Abadía . Carlota Gaviño dirige la función, y el reparto lo completan María Morales y Natalia Huarte . Con esta obra, Lara completa su trilogía «Lo propio», que comenzó con « Mi pasado en B » y « Scratch » y en la que trataba sobre su propia familia. No ha habido, asegura, intención catártica en la escritura de esta trilogía. «La intuición me llevó a hablar en primera persona y, a partir de ahí, hablar de mí mismo y mis vivencias. Yo no soy autor; soy un actor que escribe. Y yo escribo sobre lo que he sentido en escena. Pero no es algo egocéntrico, sino que a través de tus cosas buscas algo más universal. No es una catársis, aunque ésta pueda ser una consecuencia».

Como intérprete, confiesa Lara, ha querido «que la historia dejara de ser mía en el momento en que entré en la sala de ensayos para meterme en un lugar más desconocido». Para ello el actor ha confiado en su amiga Carlota Gaviño -los dos conforman, junto a Íñigo Rodríguez-Claro , la compañía Grumelot - para que dirigiera este espectáculo. «El sentido del texto es la escena -dice Gaviño-, y me ha dado permiso para que yo tome el control; el texto se completa con la dirección y con la interpretación increíble de las actrices que le acompañan».

El término «autoficción» surge inevitablemente. «Confío mucho en ella -dice Lara-, pero yo no llamaría a esta obra autoficción . Es un pacto con la mentira, en contraposición con la autobiografía, que es un pacto con la verdad». «Yo me planteo -tercia la directora- si lo que llamamos autoficción no está en toda creación artística ; todos bebemos de nuestras experiencias, las mezclamos, las superponemos y las tergiversamos, las reimaginamos... Hay quién lo revela más o menos. Y Javier lo revela mucho. Pero es pura ficción, es teatro ».

«Evanescente, sin vigor, decadente». Así define la RAE la palabra «delicuescente» y algo de ello hay también en la puesta en escena, enmarcada en un bosque, y que no quiere contar una historia, con su principio y su final. « El material textual es muy poético y complejo y está lleno de imágenes -cuenta Gaviño-, y mi trabajo ha sido transformarlo en imágenes escénicas. No ha sido fácil. El texto es un «grito sordo» al que ha habido darle cuerpo. Y lo ideal es que el espectador se deje bañar por la función, que se sumerja en ella».

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