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Declaración de amor

Una escena de «Zarzuela en danza» Javier del Real
Julio Bravo

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Cantaba Antonio Machín que podía quererse a dos mujeres a la vez y no estar loco. Nuria Castejón tiene dos amores: la zarzuela y la danza, y no es ninguna locura haberlos unido en un espectáculo que nació hace un par de años para el proyecto didáctico del Teatro de la Zarzuela y que ahora, renovado, ha subido al escenario del coliseo de la calle Jovellanos. A la coreógrafa le amamantaron con las melodías de Vives, Chueca, Chapí, Serrano; sus padres fueron Rafael Castejón y Pepa Rosado , dos recias ramas del tronco de los intérpretes de nuestro género lírico. Después, ella escogió la danza, y más concretamente la danza española, como medio de expresión. En este espectáculo, que sigue conservando en el simpático texto de Álvaro Tato mucho de su origen didáctico, la coreógrafa realiza una doble declaración de amor, además de un homenaje a sus raíces y a su familia. Y, de paso, se incide en esa puesta al día del género que se ha convertido en el Santo Grial de Daniel Bianco , el director del teatro.

El sueño recurrente del bailarín protagonista -encarnado con entregada solvencia por el todoterreno Alberto Ferrero - es el pie que permite a Tato imaginar un viaje que arranca en una corrala madrileña -tal vez, el más emblemático escenario zarzuelero-, transita por campamentos gitanos, Oriente o Cuba para regresar a nuestros días.

No es una antología de bailabres, sino un espectáculo que bebe de las puestas en escena de Antonio Gades y de la recordada «Antología de la zarzuela» de José Tamayo (citada casi literalmente en la escena de «La reina mora»). Es «Zarzuela en danza» un espectáculo bello, brioso, basado en coreografías elementales pero efectivas; el dinamismo de las escenas exige de los diecisiete bailarines, que también cantan y hablan, un esfuerzo extraordinario (también de los cantantes, magníficos los tres). Es un cuerpo de baile heterogéneo en estilo, edad y preparación, y eso hace que alguno de los números, como la inevitable «Jota» de «Gigantes y cabezudos», se produzca con cierta endeblez; lo que no resta mérito ni brillantez al trabajo, como así reconoció el público del estreno.

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