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CRÍTICA DE TEATRO

«La culpa»: buscando desesperadamente la verdad

El teatro Bellas Artes estrena la nueva obra de David Mamet, bajo la dirección de Juan Carlos Rubio

Ana Fernández y Pepón Nieto, en una escena de «La culpa»

Diego Doncel

«la culpa»

«La culpa» es Mamet en estado puro, el de la mirada escéptica sobre el estado social y moral de nuestro tiempo, el que reflexiona sobre hasta qué punto nuestra vida se ve sacudida por el espectáculo mediático y legislativo que forma parte esencial de nuestra civilización democrática. Estrenada en Estado Unidos hace un par de años, su título en inglés, «The penitent», parece el reflejo de algún versículo del Levítico o tal vez el reflejo de un Job que no sufre enfermedades corporales sino la descomposición social, matrimonial y existencial en un mundo sin consuelo.

Charles es el psiquiatra de esa Norteamérica de las postrimerías que atiende en su consulta a un chico que, momentos después de salir de ella, comete una masacre. Las masacres y el terrorismo son en el imaginario norteamericano la esencia del terror colectivo. Pero, aparte de esto, Mamet desplaza su interés a otro de los infiernos contemporáneos: los medios de comunicación. Y se pregunta si esos medios de comunicación, el llamado cuarto poder, nos informan sobre la verdad o extienden la infamia.

Como un personaje de Samuel Beckett, de Camus o de Pinter, Charles vive el absurdo y la soledad de la víctima y llega a decir que los medios de comunicación y el sistema judicial han hecho que el monstruo no sea el que ha salido a la calle y abatido a tiros a personas inocentes, sino que el monstruo sea él. Ese castigo infundado, esa penitencia infame están en la esencia de la reflexión de Mamet o, lo que es lo mismo, en esa pregunta que nuestro dramaturgo se hace una y otra vez: hasta qué punto el espectáculo mediático y judicial no es parte de las irracionalidades del mundo actual.

Aparte de ciertos recursos muy queridos por Mamet, giros argumentales bruscos, juegos dialogales, estatismo, «La culpa» tiene fuerza, complejidad y humor. Pepón Nieto, en el papel de Charles, lleva a cabo con una solvencia llena de emoción ese proceso de derrumbe y de traiciones, esa caída al abismo al que arrastra a Kate, su atormentada mujer, interpretada por Ana Fernández, que también brilla con luz propia. Como lo hacen Miguel Hermoso, el corrupto abogado solo preocupado por salvar su cabeza, y la incomparable Magüi Mira.

Mención especial debe tener la escenografía ideada por Curt Allen Wilmer: esa cortina blanca de todas las crisis mentales y el espacio sin respiración, asfixiante de esa biblioteca llena de saberes inútiles.

«El teatro es el lugar al que vamos a escuchar la verdad» dijo alguna vez David Mamet; en «La culpa» la verdad es no saber dónde está la verdad, o si para alcanzar esa verdad es necesario perderlo todo, convertir a tu mujer en esa infiel con tendencias suicidas, y a tu mejor amigo en un traidor.

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