«La caída», de Camus, una reflexión sobre la culpa, llega al Teatro de La Abadía
La obra de Camus es la máxima favorita en la entrega de los premios Max de las Artes Escénicas, que se entregarán el 5 de mayo en Vigo, con seis candidaturas

Mientras el cielo se cubre de rojos resplandores de guerra, en el teatro de La Abadía se representa hoy «La caída», de Albert Camus, el grito del hombre que siente el peso de la libertad sometida al rigor de las cadenas de la culpa. A lo largo de un ardiente monólogo, un único actor, Francesc Orella, llega a las profundidades del ser humano en una caída vertiginosa de una trágica belleza, donde el ingenio sutil, la levedad del humor y la crudeza del dolor estrechan su implacable cerco.
Este espectáculo de MOMA Teatre y TNC, con un comprometido y cuidadoso montaje, se representará hasta el 13 de abril y viene acompañada de seis importantes premios de la crítica valenciana, entre ellos al mejor espectáculo de la temporada 2001-2002 y seis nominaciones al premio Max de las Artes Escénicas que se fallará el 5 de mayo en Vigo.
«Llevo este proyecto en la cabeza hace ocho años, confiesa Carles Alfaro, pero ha sido imposible plantearlo hasta encontrar una personalización por parte del actor, un actor como Francesc Orella. Es un proyecto un tanto arriesgado, denso, muy ambicioso en las ideas que transmite, porque no son sólo reflexiones, sino experiencias vividas, pálpitos humanos».
La novela, publicada en 1956, un año antes de que le concedieran a Camus el premio Nobel y cuatro años antes de su muerte, describe la experiencia de Clamence, un prestigioso abogado, un triunfador en la vida, que al cruzar por un puente del Sena observa a una mujer contemplando el agua. Al poco tiempo escucha el ruido seco de un cuerpo que cae, pero no se detiene. Comienza entonces su propia caída, su personal descenso a los infiernos desde el éxito hasta el abismo de la culpa, planteado a través de un monólogo de un existencialismo poético que se transforma en la metáfora de un viaje sin retorno. La adaptación teatral de Rodolf Sirera ha descubierto en el texto de Camus destellos de alucinadora intensidad.
A lo largo de seis momentos, Clamence hará un repaso desordenado, contradictorio y amargamente sincero de su existencia. «Tiene que acusarse a sí mismo, porque es la única manera de acusar a todos, manifiesta su director, Carles Alfaro. Realiza una implacable autocrítica, necesita destrozarse. En este juego de espejos profundiza en el análisis de la culpa».
Después de hora y media en el escenario, Francesc Orella confiesa que termina agotado, con la sensación de quedarse vacío. «Es un espectáculo que a uno le cambia un poco la vida», opina.
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