Ángel Rojas se abre en canal en su nuevo espectáculo, 'Ya no seremos'

La epifanía llegó en el Camino de Santiago, hace un par de años. «Me cambió -confiesa-, me hizo variar la perspectiva sobre muchas cosas. Cada día, al terminar la jornada, me ponía a escribir, y salieron una serie de textos inconexos que fueron derivando en una carta de despedida que tenía que llevar a escena. No era solo despedir una etapa artística, también una parte de mí. Es una autobiografía. Se ven momentos muy oscuros, complicados, muy personales, pero el espectáculo es luz».

El lenguaje de Ángel Rojas es el baile flamenco, y es el que se habla en 'Ya no seremos'. Un flamenco contemporáneo lleno de libertad, de ganas de contar. «He podido ser más director que coreógrafo, y he podido contar quién soy a través de los demás».

Llega al Canal dos años después de su estreno en Jerez, y durante este tiempo ha trabajado en el espectáculo -«es mi proceso creativo más pensado y elaborado», dice- para ofrecer lo que hoy en día es 'Ya no seremos', que ya es una obra 'suya', aunque en su creación ha contado con Sara Cano, Mercedes Córdoba, José Manuel Álvarez y los propios bailarines en la coreografía; con Sharon Fridman como asesor de danza contemporánea, con Luis Miguel Cobo y Juan Campallo en la música, con Santiago de la Quintana como escenógrafo, con Marisa Maggi y María Calderón como figurinistas, y con Álvaro Estrada , que firma con el propio Rojas la iluminación.

Domina el escenario un artificio, el esqueleto de lo que parece un animal. Se llama 'el pensador'. «Es el mayor pretexto con el mayor vacío. La obra habla sobre la transformación y la resiliencia del ser humano para evolucionar y crecer, y para ser salvado a través de la fe». Y es que su relación con la fe ha sido a través de los años una guerra, que encontró su armisticio en el Camino de Santiago . «La entendí desde la parte humana». «Y eso está presente en 'Ya no seremos', donde una tribu intenta salvarse a través de la fe, y a través de un mastodonte de 500 kilos de peso, hueco, hablan con ellos mismos».

De sus bailarines dice que son tremendamente generosos: «les he dicho que se tiraran de un puente y lo han hecho»; para lograrlo tuvo un mes de talleres hasta encontrar a los bailarines adecuados. Sabe también que no es un espectáculo para todo el mundo, pero no le importa. «Yo me he abierto en canal en este trabajo, no hay concesiones, no habla literalmente de lo que me está pasando, pero cada uno puede vivir ese viaje, y arriesgarme a que eso no suceda. No es café para todos . Pero había que jugar a lo grande; crear este espectáculo era una necesidad imperiosa. No sé por qué, pero lo tenía que hacer».