Alex Borovenskiy: «El arte es tan ajeno a la guerra que tenerlo aquí nos recuerda que el mundo puede ser normal»
Este director ha convertido su sala en un refugio en el que ofrecen ayuda humanitaria y arte desde hace un mes. Este domingo, coincidiendo con el Día Internacional del Teatro, estrenan la primera obra que han hecho durante la guerra
Alex Borovenskiy
Cada noche, Alex Borovenskiy (Cherkasy, 1979) se despierta tres o cuatro veces. Abre los ojos, mira a su alrededor y ve un escenario teatral: el telón, los focos, el atrezo. Y no es un sueño, no, es que lleva un mes durmiendo en ... su teatro, el ProEnglish Theatre de Kiev. «En esos momentos tengo la sensación de que estoy en medio de una obra. Pero después la acción continúa durante todo el día, y ya van casi treinta… Es como una función continua, sin pausa. Cuentan que los antiguos griegos solían hacer representaciones durante días, y que el público podía irse a comer y volver a verlas. Así que ahora estamos así. Estamos viviendo una tragedia griega», cuenta al otro lado del teléfono, antes de reír y ocultar su amargura con humor. Más tarde dirá: «No sé si voy a estar vivo mañana, porque hay bombardeos en mi ciudad todos los días. Solo sé lo que pasa en este instante, tal vez lo que ocurrirá en una hora. Ahora el tiempo es así».
—¿Qué recuerda del primer día de guerra?
—El primer día cundió el pánico. Veías a la gente corriendo, había grandes atascos para salir de Kiev, escuchabas los bombardeos de aviones, las sirenas, era todo muy caótico. Este teatro está en un sótano, y tiene gracia, porque durante la Segunda Guerra Mundial fue un refugio, así que decidimos venir aquí por la seguridad, pero también porque este es mi teatro, y mi teatro es el centro de mi universo personal... Recuerdo que nos quedamos en la entrada, y la gente se paraba y preguntaba: ¿tenéis un refugio antibombas aquí? Y nosotros: sí, claro. Y fuimos acogiendo gente. Ahora mismo tenemos aquí a unas veinte personas de forma constante, aunque va cambiando cada día.
—¿Cómo es su día a día?
—Bueno, gran parte del tiempo lo invertimos en logística: comida, limpieza... Ayudamos a la gente porque el teatro siempre fue una unión de personas. A estas alturas ya conocemos a todo el vecindario. Compramos medicamentos para todos, nos ponemos en contacto con los voluntarios locales, vamos a las farmacias, distribuimos lo que podemos… Y en el aspecto artístico, pues tratamos de mantenerlo. Queremos ser algo más que un refugio antibombas, así que tratamos de hacer poesía. Tenemos un par de guitarras, además, y tocamos canciones cada noche. También grabamos algunas canciones. Hace unos días versionamos 'House of the Rising Sun', de The Animals. Ahora dice: «Hay un pueblo en Ucrania, que llaman el sol naciente. Y está arruinado desde hace muchos días…». Tenemos un cantante que está haciendo de profesor de canto. Y eso es lo que hacemos, a eso nos dedicamos. Además estamos preparando dos obras de teatro. Una de ellas estará lista para el 27 de marzo, el día mundial del teatro. La vamos a estrenar aquí y la vamos a retransmitir por nuestra página de Facebook .
—Es la primera que estrenan durante la guerra, ¿no?
—Sí, porque necesitábamos tiempo para ensayar. Vamos a hacer primero 'El nuevo orden mundial', de Harold Pinter, que dirige una compañera mía, Tetiana Sheleoko, y luego vamos a hacer una adaptación de 'La ladrona de libros', de Markus Zusak, que la dirigiré yo. Se están haciendo muchas cosas online, pero nosotros vamos a hacerlo en persona. Es muy importante para nosotros mantener el teatro presencial, sobre todo viniendo de los tiempos del Covid… Queremos hacerlo cara a cara porque así es como el teatro debe ser. Una influencia directa, física. Aunque por supuesto lo vamos a retransmitir por 'streaming', para que todo el mundo pueda verlo... Espero que cuando la guerra termine y ganemos podamos dar la bienvenida a todos para que vengan a Kiev y vean este espectáculo en persona. Porque será un gran espectáculo.
—¿Que nos puede contar de su obra?
—La estrenaremos a finales de marzo o principios de abril. Es un drama de guerra basado en un libro del escritor australiano Marcus Zusak, 'La ladrona de libros'. Nunca había querido llevarlo a escena, simplemente era un libro que me había gustado mucho, pero cuando la guerra comenzó me dije: Dios mío, esto es lo que quiero contar, esta historia es lo que mejor nos representa en este momentos… La escena se desarrolla en un refugio antiaéreo, en Alemania. Y para mí es como si no hubiera diferencia, porque cualquier pueblo reacciona igual a una amenaza así. Cualquier pueblo reacciona igual al ser bombardeado. Cualquier persona reacciona igual a la muerte, a las heridas, al sonido de las sirenas, que intimida. La obra tiene un claro mensaje humanista. Es un espectáculo contra la guerra. Es un mensaje terriblemente simple: nunca más. Después de la Segunda Guerra Mundial fue nunca más. Pero ahora diremos: nunca, nunca más.
—El arte sigue brotando durante la guerra. Hay muchos ucranianos alumbrando poemas, cuadros, diarios literarios…
—El arte no puede detener la guerra. La guerra es la ausencia de arte, la ausencia de educación. La guerra es propaganda, es mala religión, es mala televisión. La guerra es gente que no está educada o que no tiene suficiente empatía con otras personas. Es creer que hay una raza superior mejor. Es amenazar con una bomba atómica... El arte no puede detener la guerra, pero sí puede reflejarla, sin duda. Y eso es lo que estamos haciendo. Y es muy extraño porque normalmente el arte, especialmente el teatro, funciona en retrospectiva. Se necesita tiempo para pensar, para digerir el momento y convertirlo en arte. Pero ahora trabajamos con el presente, y yo todavía no entiendo lo que estoy haciendo. Normalmente reflexiono mucho. Ahora no. Sólo ensayo. Está siendo una experiencia muy extraña para mí como director. En el fondo no espero cambiar la situación con mi mensaje, pero necesito que el mundo lo escuche. Y necesito que el mundo se asegure de que nunca vuelva a ocurrir esto.
—¿Nunca pensó en huir de la ciudad? ¿No se lo planteó?
—No, nunca. Yo soy ucraniano. Nací en la pequeña ciudad de Cherkasy, a doscientos kilómetros al sur del río Dniéper. Me mudé a Kiev después de la universidad. Esta es mi ciudad. Siempre he sido un gran amante del teatro, y los mejores teatros de todo el país están aquí. Y además, este es mi teatro. Y nadie va a entrar en mi teatro sin estar invitado. Así que me voy a quedar aquí y voy a proteger mi teatro. Es todo lo que tengo.
—Por cierto, ¿cómo están el resto de los teatros de Kiev?
—Muchos teatros se han convertido en refugios. Los grandes teatros estatales, que tienen mejores sótanos e infraestructuras más grandes, sirven como centros humanitarios. Almacenan ayuda, alimentos, medicamentos y refugian a la gente. Cada uno ayuda en la medida de lo posible. Hay actores en las estaciones de metro, que ahora mismo son refugios antibombas, para entretener a los niños. Hacen de personajes como el Sombrerero Loco de 'Alicia en el País de las Maravillas'.
—¿Cómo ha gestionado el miedo con el paso de los días?
—Soy un ser humano, por supuesto que tengo miedo. Recuerdo el primer día... Grabé este mensaje: «Hola, mi nombre es Alex Boronevsky. Estoy hablando desde el teatro y puedo escuchar sirenas y bombas…». Vi de nuevo el vídeo hace un par de días y… estaba cagado de miedo. Casi no podía vocalizar. Pero es que todos los días son lo mismo: escuchas explosiones, sientes que las paredes tiemblan, recibes las noticias sobre la muerte de tus amigos y… [se escucha un suspiro largo al otro lado del teléfono] te acostumbras. No es que lo dejes de sentir, pero te acostumbras. Y es esto lo que más me aterra. Tengo miedo de transformarme en una persona acostumbrada a la guerra. Eso es lo que me da miedo. No quiero que me hagan daño, no quiero convertirme en un asesino, no quiero tener que matar para protegerme. Yo quiero hacer teatro, quiero seguir siendo una persona normal, como antes. Pero creo que esto ya es irreversible. Todos hemos cambiado. Ucrania ha cambiado.
—Susan Sontag dirigió 'Esperando a Godot' en Sarajevo, durante el cerco. Siempre le preguntaban por qué lo hacía, para qué servía eso. Y ella lo resumió de una manera muy sencilla: dijo que la cultura era una expresión de la dignidad humana, que es precisamente lo que te puede arrebatar la guerra. ¿Qué opina usted? ¿Por qué siguen trabajando en Kiev?
—Justo hoy lo estaba hablando con mis actores. Nos preguntábamos por qué estamos haciendo lo que estamos haciendo, después de tantos días. Y juntos llegamos a la conclusión de que el teatro nos da una tremenda sensación de seguridad. Porque cuando ensayas, cuando estás en el flujo de la creación, creas esto que llamamos cúpula. Una cosa que lo cubre todo, y que forja una realidad diferente. Porque con el teatro también hablamos de la guerra, sí, pero a la vez creamos una realidad diferente. Y esta realidad nos permite no caer en la locura. Porque ahora mismo esto es una locura, una locura palpable: muchas personas se rompen... Así que sí, el teatro es muy terapéutico. Y lo es porque el arte es ajeno a este mundo en guerra. Es tan ajeno a este mundo que tenerlo aquí nos recuerda que el mundo puede ser normal... Supongo que es eso, sí. Nos da la esperanza de que el mundo puede ser normal. Otra vez. Un día, un día…
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