Muere a los 61 años la actriz Rosa Novell

Nadie olvidará aquella noche de «El último encuentro» en el teatro Romea, la adaptación teatral de la novela homónima de Sándor Márai. Noviembre de 2014. Rosa Novell encarna a Nini, la nodriza de Henrik el protagonista, y lo hace afectada por una ceguera derivada del cáncer de pulmón que la había apartado de los escenarios. A pesar de las tinieblas, pese a la debilidad e inapetencia, la gran actriz se impuso. Se había quedado ciega en dos semanas –primero de un ojo y luego del otro- y cuando le comunicó la mala nueva a Abel Folk, director del montaje, este le dijo que adelante de todas maneras: ella era, sobre todas las cosas, actriz.

Y la actriz que era Rosa Novell se aprendió el texto que no podía leer escuchándolo en una grabadora y memorizándolo después. Cuando apareció en el escenario –cabello corto y ceniciento, cuerpo escuálido bajo un vestido negro- nos olvidamos de su ceguera porque ella suplió el movimiento escénico con los matices de su voz y el lenguaje de sus manos. Allí estaba la elegante Rosa de siempre, dibujando en el aire las tonalidades de una Polonesa de Chopin; acariciando las mejillas de Henrik el hombre que pena como un niño los últimos rescoldos de una amistad envenenada por el amor.

A la conclusión de la obra, la ovación fue tan cálida que ni ella misma recordaba haberla sentido así antes. Rosa Novell era una aristócrata del teatro que siempre fue por libre esquivando las habituales capillitas. Precisamente por eso, se sentía más querida por el público que por la profesión. Cuando se le metía un proyecto en la cabeza iba a por él, sin recurrir a compadreos o ayudas interesadas que adulteraran aquello que ella quería hacer. Reconocida en 1989 con el premio Margarita Xirgu, la Novell siempre quiso ir, como actriz y como directora, a hombros de gigantes: Shakespeare, Valle Inclán, Bernhardt, Beckett, Yourcenar, Guimerà, Molière, Racine...

En 2014, el año de «El último encuentro», se cumplían cuarenta años desde que se entregó al arte de Talía como la amarga Hécuba de «Las Troyanas» de Eurípides. Aunque se había licenciado en Filología, no pudo resistirse a una vocación dramática que ya había manifestado en la infancia: veta teatral que también se dio en su hermano, Queco Novell, que dejó el periodismo para dedicarse a la sátira política del programa «Polònia».

A Novell le debemos interpretaciones memorables –aquellos «días felices»- y adaptaciones de Eduardo Mendoza, el gran amor de su vida: «Restauració», «Greus qüestions» y «Sin noticias de Gurb». Antes de quedarse ciega observó detenidamente el rostro de su amado escritor para recordar cómo era. Nosotros la recordaremos en «La dona justa» y «El misántropo», que dirigió Georges Lavaudant en 2011 en su papel de señora de la corte.

Dos años después de aquel trabajo, la actriz hubo de afrontar la batalla contra el cáncer al que plantó cara hasta hace pocas semanas, cuando fue sustituida en el reparto por Ana Barrachina. «Desde que no veo, abrazo», repetía. Y cada ovación, al final de «El último encuentro», prolongó ese abrazo con un público que no la olvidará.