Pepe Viyuela se convierte en Baco
Aplaudido estreno de «Las ranas» de Aristófanes en el Festival de Teatro Clásico de Mérida. El actor le dedicó el estreno al recientemente fallecido Álex Angulo
Una solución a la crisis teatral: viajar al inframundo a rescatar a uno de los grandes dramaturgos del pasado para que revitalice con sus obras los escenarios de hoy. Es lo que hace, convertido en un Baco cobarde y fanfarrón al tiempo, Pepe Viyuela en «Las ranas», de Aristófanes, un divertido montaje dirigido por José Dolores Caballero que se estrenó anteanoche en el 60º Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida . Antes del comienzo de la representación, el protagonista se la dedicó con palabras tan cariñosas como emocionadas al recientemente desaparecido Álex Angulo.
Traducida por José García López, firma la versión, aunque solo en unos folletos con la programación del certamen y no en el programa de mano de la función, David Piedracamino, nombre que suena a seudónimo (¿tal vez del propio Viyuela?). El caso es que quien sea que lo haya hecho ha peinado muy eficazmente una obra difícil, cuajada de claves atenienses, referencias mitológicas, antiguos topónimos y nombres de remotos autores griegos (Cinesias, Morsino, Agatón, Pitángelo, Jenocles…) hasta conseguir un texto terso y pulcro cuya contundencia satírica y comicidad, salpicada de diálogos escatológicos marca del autor, sabe extraer una puesta en escena dinámica y resultona.
Aristófanes (444 a. C. - 385 a. C.) escribió esta comedia en el año 405 a. C., cuando las guerras del Peloponeso estaban a punto de concluir y Atenas se encontraba sumida en una situación complicada. Sófocles y Eurípides habían muerto, y el dios Baco, en cuyo honor se celebraban los certámenes trágicos y cómicos, decide viajar al Hades con el objetivo de traer al primero de regreso al mundo de los vivos para hacer que el gran teatro recupere su esplendor. Una tarea que, acompañado de su esclavo Jantias, emprende emulando a su hermanastro Hércules, grotescamente vestido con una piel de león y enarbolando una clava, aunque calzado con unos coturnos que lo delatan.
Viyuela, un Baco estupendo y expresivo
La obra tiene dos partes bien diferenciadas. Una, el relato del viaje, en el que Baco atraviesa la laguna Estigia y aparecen los batracios del título que mortifican al dios con su croar. Y otra, el combate poético que mantienen Esquilo y Eurípides, con Baco como juez, para dilucidar quién abandonará con él el ámbito de los difuntos. El dios del vino y los espectáculos teatrales inclina la balanza del lado del autor de «Los persas», tal vez más grandilocuente que el segundo, quien dio a la tragedia un carácter más realista y humano, cosa que Esquilo critica. Un pulso lleno de referencias a las obras de ambos, que la versión ha sabiamente aligerado y en el que Aristófanes, que ya había zurrado la badana a Eurípides en «Las tesmoforias», programada el año pasado en Mérida, ridiculiza los versos del dramaturgo de Salamina.
Viyuela es un Baco estupendo y expresivo, que sabe exprimir las virtudes cómicas de ese personaje tan miedoso y tan miserable con su criado, encarnado con convicción por una sorprendente Miriam Díaz-Aroca. La cantante Beth, vestida con un jubón verde de duendecillo irlandés en San Patricio, hace las funciones de narradora y se encarga también del coro de ranas, de ahí el color de su atuendo, botines incluidos. Carles Moreu, Susana Hernández, Alfonso Rodríguez y Selu Nieto, entre otros, completan el reparto de un montaje agradable y bien llevado que el público que casi llenaba el Teatro Romano de Mérida premió con sus aplausos y sus risas.
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