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«Medusa», de Sara Baras, en Mérida: la mujer y el monstruo

La bailaora gaditana estrenó en el festival emeritense su nuevo trabajo, basado en la mitología griega

«Medusa», de Sara Baras, en Mérida: la mujer y el monstruo jero morales

JULIO BRAVO

Dos horas después de concluida la función, con el rostro todavía sofocado y brillante de sudor por el esfuerzo, Sara Baras continuaba posando con los admiradores y repartiendo corteses y sonrientes saludos a todos los que reclamaban su atención en el interior del Teatro Romano de Mérida . «Esto es más cansado que la representación», le dijo alguien, y ella, cómplice, entorno los ojos y esbozó una sonrisa. El majestuoso escenario acogió el estreno del nuevo trabajo de la bailaora gaditana, «Medusa, la guardiana», encargo del propio certamen emeritense, que lo ha producido junto al festival de Perelada . El domingo concluyen las funciones en Mérida, y comienza la gira; Sara Baras llevará su «Medusa», a La Granja (Segovia), Sagunto (Valencia), el Castillo de San Sebastián en Cádiz, Perelada (Gerona), antes de actuar en el Odeón Herodes-Antico, dentro del festival de Atenas-Epidauro.

Tras el estreno, Sara Baras estaba borracha de baile y de Medusa. «Nos hemos dejado el alma en estas piedras», decía. «Nos hemos encerrado tres meses para sacar adelante este espectáculo», contaba la bailaora a ABC; Sara se ha implicado totalmente en este trabajo, hasta el punto de firmar, además de la dirección, el guión y la coreografía, la iluminación y el vestuario. El director del festival, Jesús Cimarro, la puso en la senda de la mitología greco-latina, y Sara Baras encontró a Medusa, un personaje del que Ovidio habla brevemente en sus «Metamorfosis».

Sara Baras ha buscado a la mujer que se encuentra detrás del monstruo de cabello de serpientes. «El día del ensayo general, lloré –narraba mientras bebía un sorbo de su enésimo “aquarius”; solo al final de la noche se entregó con deleite a una cerveza–. No estaba interpretando, estaba sintiendo la injusticia que se comete con una mujer a la que han arrebatado su bien más querido, la virginidad, y en lugar de ser consolada es castigada».

En este trabajo, Sara repta, se arrastra, se tira de los pelos, culebrea. Hay también lugar, naturalmente, para sus elegantes giros y braceos, para su diamantina y carismática sonrisa y su vertiginoso taconeo. Pero en este trabajo, que encontró la comunicación directa con los espectadores –la ovación final fue ruidosamente cariñosa, con las cerca de 2.500 que prácticamente llenaban el Teatro Romano–, Sara se apoya mucho más en sus innegables dotes expresivas que en su baile, aunque la deficiente iluminación la escondiera más de una vez. Sara se revela –ya lo apuntaba en espectáculos como «Juana La Loca» y «Mariana Pineda»– como una trágica seductora. Aunque, concluida la historia, y tras recibir los aplausos, se arrancara por un final de fiesta tan inadecuado como vitoreado. En «Medusa», a Sara vuelve a acompañarle José Serrano, un Perseo de baile bravo y arriesgadamente heterodoxo, y una joven y animosa compañía.

Al espectáculo –acaba de nacer– le falta afinar varios detalles, que con toda seguridad mejorarán con las representaciones; Sara es una artista exigente–. Hay partes habladas demasiado crípticas –narradas por el buen actor que es Juan Carlos Vellido– que estorban el desarrollo de la, por otro lado, muy bien contada historia. Y momentos intensos como el de la violación o el de la decapitación piden una mayor definición.

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