Eva Yerbabuena derrama su clase en el Flamenco Festival de Nueva York

Hace dieciséis años que Eva Yerbabuena pisó el escenario del City Center neoyorquino por primera vez. Lo hizo como invitada del Ballet Nacional de España, dirigido entonces por Aída Gómez. En su camerino, tras la función, la bailaora recordaba aquella velada. Lo hacía con los ojos cansados pero radiantes, con la sonrisa abierta, con el eco de los aplausos -de las ovaciones- prendido todavía a los oídos.

Desde aquel febrero de 1998, Eva Yerbabuena ha ido escalando puestos en el escalafón flamenco hasta convertirse en una de las grandes damas del baile. En Nueva York ha presentado «¡Ay!», su nuevo trabajo, y «Lluvia», estrenado en 2010 en Sevilla. Eva Yerbabuena es una artistca con los pies clavados en la más tradicional herencia, pero con el corazón y la cabeza en busca de nuevos desafíos. Pina Bausch ha tenido mucho que ver con este inconformismo de la artista granadina, que cincela sus espectáculos con mimo y calidad. La que tienen sus bailarines (especialmente Mercedes de Córdoba y, sobre todo, Eduardo Guerrero); la que tienen sus músicos, con el sobresaliente cantaor José Valencia y la guitarra directora de Paco Jarana.

Y la tiene Eva Yerbabuena, con un baile siempre justo, que se torna huracanado en su soleá, al tiempo doliente y luminosa, incisiva y magnética. Es una bailaora siempre elegante, aristocrática, y llena de clase. La que ha derramado en Nueva York, donde el mismo día, y apenas en dos manzanas, cuatro mil personas se reunieron (en el Carnegie Hall, con Estrella Morente, y en el City Center, con Eva Yerbabuena) para ver flamenco, verdadera Marca España.